miércoles, 2 de abril de 2014

Futuro efímero. Texto narrativo propio.


Había llegado la hora. Tras haber estado años juntos, era el momento de que cada uno cogiese su propio camino para ir formando su futuro.
Tras la graduación, los exámenes, celebraciones y largas noches de flexo solo había silencio.
Las últimas tardes de verano quedé con mi grupo de amigos pero, indudablemente, algo estaba cambiando, ya no era lo mismo.
Quizá sabíamos lo que nos esperaba, que nuestro tiempo juntos estaba acabando.
Yo, la verdad, estaba más indeciso que nunca. La nota me había dado justa para poder estudiar medicina en Albacete pero, ¿qué debía hacer?.
Todos sabían que medicina me gustaba, pero que con arte disfrutaba mucho más, podía expresarme como no podía hacerlo con cualquier otra cosa.
Rocío me apoyó en todo momento. 

- ¡Déjate llevar por impulsos aunque sea una vez! Harás lo correcto. - me decía.

Y así hice. Tras largos meses de desesperación para conseguir la nota, dejé mis pensamientos sobre pediatría apartados y decidí comentarle a mis padres lo de ir a estudiar a Sevilla. 
No me dijeron nada, sabían que era lo que de verdad quería a pesar de que pagarme residencia y gastos allí iba a suponerles un esfuerzo.
Pues bien, así fue como en aquel verano comencé a poner las primeras piezas del puzzle de mi futuro.
En agosto, Sofía y Rocío me acompañaron a Sevilla unos días para ver la universidad. Todo me parecía tan inmenso y desconocido que no sabía como iba a ser vivir allí alejado de mi familia y amigos.
Finalmente, acabó el verano. La última tarde que vi a mis amigos fue de todo menos alegre. Amarga, triste, sincera... Nos despedimos sabiendo que iban a pasar meses para volver a vernos y de alguna manera también, nos deseamos suerte en el abrazo que nos dimos.
Los primeros días allí fueron muy oscuros. Estaba solo, no conocía a nadie. El piso donde viviría una larga temporada estaba en un barrio tradicional, Triana. Recuerdo que todas las tardes me iba a la orilla del Guadalquivir a contemplar como se hacía de noche sentado frente al puente.
Pero un día cambió todo. Iba camino a casa tras salir de la escuela y ya casi llegando, en una calle larga me choqué con una joven.

- ¡Perdón! - le dije mientras me ruborizaba.
- Tranquilo, no te preocupes. - me contestó esbozando una leve sonrisa.

No sé por que, pero en ese segundo me sentí un poco menos solo en aquella ciudad.
Esa noche salí con mis compañeros de clase y fuimos a tomar algo. Y dio la casualidad de que volví a verla.

- ¡Hombre! ¿Tú otra vez? Ten cuidado no me vayas a volver a empujar, a una dama hay que tratarla con mimo. - me dijo en tono burlón.
- Perdone señorita, no fue mi intención molestarla.- le contesté riéndome.
- Tranquilo, no fue para tanto. - dijo.
- Pero bueno, ¡aun encima creída! - le dije riéndome y le volví a dar un pequeño empujón.
- Jajajaja, ya está bien, al final acabaremos haciéndonos daño. Por cierto, soy Esperanza, encantada. - me dijo sonriendo.
Esperanza, ¡qué bien suena!- pensé para mi mismo.

Y bueno, a partir de esa noche, comenzamos a ser amigos. Nos dimos el teléfono y empezamos a hablar por mensajes.
El primer mes fue muy extraño pero, acabamos siendo más que amigos. Encontré la parte que me complementaba.
El tiempo fue pasando y ella se convirtió en la persona en la que confiar y contarte todo. Al fin y al cabo, me ayudó a llevar mejor los primeros meses allí.
Acabó el primer cuatrimestre y llegaron las vacaciones de navidad. Esperanza se fue a un pueblo de Jaén a pasar las fiestas con su familia y yo volví a Albacete.
El reencuentro con mis padres fue genial. Como no, mi madre había hecho todo tipo de comida para Nochebuena.

- Y bien, ¿qué tal por Sevilla? - me preguntó mi padre.
- Pues los primeros días fueron asquerosos pero bueno,conocí a alguien que lo hizo cambiar... - y así sin más, dejé caer la bomba.

Mi madre se quedó boquiabierta con la noticia. ¿Una novia para mí? ¡Que sorpresa!

- ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo se llama? - me dijo mi hermano.
- Esperanza. - contesté.

Y así fue como les presenté a mis padres a la persona que me había complementado aquellos días.
Las vacaciones se pasaron volando y cuando me dí cuenta, ya estaba montado en el tren de vuelta a Sevilla.
Estaba ansioso por ver a Esperanza, llevaba unos días sin hablar con ella, por lo visto el móvil no le funcionaba bien. O eso pensaba.
Una vez allí, la llamé mil veces, pero no me contestó. 
El primer día de clase tampoco apareció. No sabía como reaccionar, ¿dónde se había metido?
Pasó una semana y media hasta que tuve noticias de ella. Durante las vacaciones hubo un temporal de frío en su pueblo y había tenido un accidente de coche. 
Esperanza estaba en la UCI muy grave.
Los ojos se me llenaron de lágrimas y, sin pensarlo, me dirigí hacia la estación de autobuses para ir hacia Jaén.
El viaje se hizo eterno. Pero allí estaba, en recepción preguntando por ella.
Pasé a verla y rompí a llorar. Tenía tantas cosas que compartir con ella, que contarle, tantos momentos que vivir...
Pero desafortunadamente, unos días más tarde, se fue. Volvía a estar solo.

- PI, PI, PI, PI, PI, PI - sonó la alarma.
- ¡Menos mal! Todo ha sido una pesadilla. - pensé.

Pero no, me desperté y solo vi gente en los sofás de la sala con gafas de sol y vestidos completamente de negro...
Me tocaba empezar de cero.

Jesús Espadas Alemañy.



1 comentario: