martes, 1 de abril de 2014

Narración propia.

Está oscuro, no consigo ver nada. Pestañeo un par de veces para intentar adaptarme a la oscuridad pero no sirve. El corazón me late tan fuerte que  noto como la sangre bombea  en mis oídos, lo demás todo es silencio. No sé si estoy sola ni como he llegado a donde quiera que esté, aunque medito que resultaría más aterrador, el hecho de estar sola o que haya alguien o algo conmigo. Descarto ambas ideas, tengo que salir de aquí, a pesar de no discernir si estoy encerrada o al aire libre. Hace un tiempo glacial y por primera vez desde que estoy en este siniestro lugar escucho algo, el viento soplando, eso hace que me de más frío y empiezo a tiritar. Estoy muerta de miedo y de frío, intento rememorar algo del pasado que me de una pista de por qué estoy aquí, pero no consigo recordar absolutamente nada, mi mente está tan vacía y negra como el lugar donde me encuentro. Sigo totalmente quieta, tengo el presentimiento de que si me muevo podría caerme, como si todo estuviera lleno de profundos barrancos, me agacho y toco el suelo, es liso, suave y frío, como el cristal. Me decido a dar un paso, luego otro y otro, al menos parece seguro pero no se a dónde dirigirme. Todo esto es muy desconcertante, “quiero volver” pienso para mis adentros, pero volver a dónde todo lo que yo pueda recordar está vacío y aparece en mí una intensa oleada de inseguridad, sin embargo  el miedo del principio desaparece poco a poco. No consigo recordar quién soy ni de dónde vengo, me siento fuera de lugar en todos los aspectos. Mis cavilaciones son interrumpidas por un grito que retumba en la penumbra. Es un grito horrible, de dolor inmenso que me corta la respiración y me para el corazón. Reconozco la voz. Es él, esta sufriendo, ¿que le están haciendo? Corro dirección al grito desesperada, ardo de rabia y temor por lo que le pueda estar pasando, a pesar de no poder ponerle nombre a la voz siento que tengo que protegerle. Otro grito. Esta vez más aterradoramente ensordecedor que el anterior y corro más deprisa, no hay forma de saber si voy en la dirección correcta, pero en mi mente no hay lugar para razonamientos, lo único que quiero es hacer cesar esos gritos, no soporto oírle así. Sigo corriendo y corriendo, el lugar donde estoy no parece tener fin y ansío encontrarle. Me mantengo con la respiración entrecortada y mi corazón se acelera con cada zancada, latiendo de manera desgarradora,  no aguanto un segundo más sin saber si está a salvo, de algún modo mi bienestar depende íntegramente del suyo. Lo necesito. Lo amo. Me paro en seco… lo amo. Otro grito, y, a pesar de que yo creía no poder correr más rápido de lo que lo estaba haciendo anteriormente salgo completamente disparada, ahora entendiendo el porqué esta necesidad de protegerlo, y surgen de mis ojos lágrimas de impotencia viendo que no puedo.


-Tranquila mi vida, despierta, sólo es un sueño.- me dice una dulce voz susurrándome al oído mientras me mece en sus brazos, es la voz del grito. Me despierto sobresaltada, mareada debido al ritmo de mi respiración, llorosa y con el corazón prácticamente saliéndose de mi pecho. Está bien, está conmigo, todo ha sido un mal sueño. Y por primera vez en lo que me parecen horas suelto todo el aire contenido. Está bien, está conmigo, me repito una y otra vez y le abrazo fuerte.

                                                                                      María Martínez García 1ºCTC

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