LAS LEYENDAS DE BÉCQUER
miércoles, 22 de mayo de 2024
martes, 21 de mayo de 2024
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martes, 7 de mayo de 2024
jueves, 2 de mayo de 2024
PRIMER PREMIO DE RELATO DEL "CONCURSO LITERARIO" DE NUESTRO CENTRO. GANADORA:
LUCÍA GARCÍA
RELATO CONCURSO LECTURA – DULCINEA.
¨Calma¨
Athenea, vivía una vida ordinaria, cómo cualquier estudiante en España, creyendo que su existencia no aportaba nada y se carcomía la cabeza solamente por una nota numérica.
Padres parcialmente ausentes por el trabajo con largas jornadas, agotando mentalmente cualquier energía de la casa, pero eso Athenea no lo tenía en cuenta, podía quedarse con lo bueno de sus progenitores, hasta ese día.
La autopista hacia Tarragona estaba tranquila, nada fuera de lo común, al igual que las miles de veces que habría la familia pasado por esa ruta. Un detalle captó la atención de su madre, el cual fue avisado demasiado tarde. Al parar en esa gasolinera, los neumáticos del coche se encontraban desgastados, cómo si alguien los hubiera manipulado, cosa que no alarmó a la familia al principio, estos aun así continuaron su viaje, un error que pagarían con lo más preciado, la vida.
Athenea lo recordaba todo lúcidamente, el momento en el que el primer neumático cae, seguido del segundo, que desequilibró el vehículo, haciendo que el piloto y el copiloto sufrieran el impacto contra el cristal, desgarrando sus vidas al instante.
_ Háblame Athenea, ¿recuerdas cómo llegaste aquí? _ – Una voz poco familiar retumbó en su cabeza, seguida de una potente luz que ocupaba todo su campo de visión.
¿Por qué le estaba pasando eso a ella? - Es lo único que podía escuchar.
1 día después, ya con un cuadro clínico y un diagnóstico, estaba revisando todas las noticias acerca de su accidente, noticias que tenían solamente 12 horas en Internet, y que ya han sido reemplazadas por otras, olvidando la gravedad de su situación.
Athenea no dejaba de pensar, ahora estaba sola, sola contra el mundo.
En una de esas madrugadas, decidió levantarse y dar una vuelta por el hospital, agarró la única muleta que podía agarrar, y comenzó su expedición hospitalaria.
Nada fuera de lo común, personas mayores, comas etílicos... y él.
Ella detuvo su mirada en un chico, dentro de una habitación, junto a una enfermera que le ayudaba a tomar unas pastillas, lo demás es historia.
Su estancia en el hospital se había convertido en una especie de estrategia para que él la notara, pero no hizo falta mucho tiempo.
_ ¿Eres Athenea? Sí, así creo que te llamas, la enfermera de planta me ha mandado que te diera esto _ Dijo él, haciendo que ella se girara, y sonriera.
_ Sí, gracias, ¿Cuál es tu nombre? _ Aprovechó Athenea.
Él pensó, por unos segundos, para retirarse rápidamente hacia la puerta, sin antes decir.
_ Mateo _ Él salió, dejando a Athenea extrañada.
Esto se volvió una rutina, todos los días intercambiaban palabras, pero esto fue a más, él era capaz de ´´abrirse´´ con ella, si así pudiera llamarse, formando un vínculo, que al parecer solo ella sentía.
_ Me encanta la primavera _ Dijo él de repente, haciendo que ella le mirara directamente a los ojos, con una leve sonrisa.
_ A mí también, me imagino cómo se sentirá allí fuera _ Compartió ella, causando un gesto extraño en él, ¿una sonrisa?
_ Sígueme _ Tras esto, él sale, corriendo rápidamente por los pasillos, escondiéndose del personal del hospital, con un gesto de picardía en él, al llegar abrió una puerta roja con un cartel de ´´solo emergencias´´.
Ella no creía lo que veía, era un hermoso atardecer, junto a dos sillas. Era simplemente precioso.
Se sentaron, conversaron, y descubrieron que la conexión no era unilateral, sino que era mutua, todo surgió tan rápido, en un centro cómo en un hospital, pero ¿eran capaces de mirar al futuro junto a esto?
Todo iba genial para Athenea, tenía alguien con quién compartir sufrimiento, soledad, anécdotas, solo de pensarlo su expresión se tornaba en una enorme sonrisa.
Un día cualquiera, fue a verlo a su habitación por una buena razón, entregarle la carta que había hecho en el taller de creatividad del programa del hospital, pero no había nadie, sin embargo, en la bandeja en la que siempre les entregaban las medicinas, se encontraba una doble dosis de una píldora roja, poco común. Ella optó por dejarlo estar, viendo que él estaba entrando por la puerta, pero al entrar la ignoró completamente para pasar al cuarto de baño.
Debido a sus inseguridades, ella optó por dejarlo estar, mañana podría hablar tranquilamente con él.
Pero pasaron los días, y no lo había vuelto a ver, pero por no empeorar la situación siguió dejándolo estar, gran error.
Pasaron exactamente 6 días, un grave ataque de ansiedad la inundó, nublando su vista.
´´Tranquilízate, tranquilízate, tranquilízate.´´ Se decía para ella misma. Necesitaba verle, lo necesitaba a él.
Decidido, corrió a su habitación, un gran acto de amor o de simplemente impotencia, solo que se encontró con alguien que no se esperaba.
_ Athenea, ¿necesitas algo? _ La psicóloga que tanto odiaba se encontraba junto a una enfermera, haciendo la única cama que había en la habitación, libre.
_ Necesito verle, PORFAVOR _ Athenea chilló desgarradamente, algo que le helaría la sangre a cualquiera.
_ ¿De quién hablas? _ Tras esto, las dos mujeres le miraron extrañadas, para segundos después salir por la puerta, dejándola sola.
El silencio pasó a formar parte del ecosistema, la rabia la consumió, una silla volando, bolis, carritos con bisturís, papeles... espera, ¿papeles?
Calmó sus sentimientos, para después ojearlos de manera exhaustiva.
´´El presento de 22 años, Mateo Fernández, firma el presente documento para el suicidio voluntario a día 15 de mayo, en la provincia de Tarragona. CAUSA: Condición diagnosticada: Neuronimas cerebrales. ESTADO DE LA SOLICITUD: ACEPTADO´´
Esto debía de ser una broma, una de las más crueles, entre lágrimas, un pequeño cuaderno cayó de entre los papeles, ¿un diario?
Día 6 de marzo: Su nombre es Athenea, ojos oscuros, pelo claro, llevarle unos papeles. Día 7 de marzo: Su color favorito es el azul, su comida favorita es el brócoli.
No podía cesar, realmente había perdido a la persona que se había convertido en su epicentro vital, en su confidente. La vida se lo
había arrebatado, ¿a quién debería culpar?
Así expresaba todos los días que habían conversado, en detalle, hasta el 10 de mayo, que fue su último escrito: ´´Ante el arrepentimiento y la culpabilidad, elijo la felicidad, será mejor de esta manera´´
¿Cómo había sido capaz? Había escrito todas y cada una de sus interacciones, para...
¿recordarlas?
Él no era capaz de retener las cosas, ella era la que más le importaba, por eso la recopiló, e hizo que fuera feliz durante lo único que podía ofrecerle.
_ Aspecto de suicidio voluntario retrasado 2 meses por el solicitante, ESPERA ACEPTADA
_
¿Cuánto no conocía de él? Prácticamente eran desconocidos, unidos por un fino hilo que pendía de un leve equilibrio, en el que ella hablaba y él escuchaba, en el que él no podía recordar.
¿Se sentiría culpable por algo?
Todos esos pensamientos hicieron que la vista de Athenea se nublara de nuevo, dando paso al color característico, el negro.
Simbolizando dolor, arrepentimiento, pero más la calma. Todo se tornó así, la paz la consumió.
_ Ya debería estar despierta, la anestesia no tiene un efecto tan duradero _
_ Athenea, despierta, debes de ayudarnos a identificar a la persona que provocó el accidente de tu familia, por favor _
¿Esa voz? No...
FIN. - Dulcinea.
A mi abuela, la que siempre me acompañó y me cuida diariamente desde el cielo.
SEGUNDO PREMIO DE RELATO DEL "CONCURSO LITERARIO" DE NUESTRO CENTRO, GANADORA:
LUCÍA PÉREZ
La
reliquia oculta
Capítulo
I. El artefacto perdido
Mi oficina estaba llena de un olor a
polvo antiguo y pergaminos amarillentos. Entre una gran cantidad de libros y
documentos, me adentraba en el fascinante mundo de la historia.
Mi mente navegaba por los mares del
tiempo mientras trabajaba en la investigación de un antiguo artefacto, tratando
de desentrañar los misterios que lo rodeaban. Cada marca, cada inscripción y
cada detalle constituía un misterio por descifrar, una puerta hacia una época
olvidada que deseaba descubrir.
Sin embargo, el estridente timbre de
mi teléfono interrumpió el silencio de la sala. Una llamada desesperada que
exigía mi atención. Aparté mis ojos del papel y respondí la llamada con un
suspiro de resignación.
La voz al otro lado de la línea me
urgía a acudir a un lugar lejano. Abandoné rápidamente mi refugio de sabiduría
y me dirigí hacia mi destino a través de las calles confusas de la ciudad.
Cuando escuché el ruido del motor y
el susurro de los neumáticos sobre el asfalto, me sentí en un estado de trance.
Fue entonces cuando me vinieron a la mente los recuerdos de mi infancia como
destellos de luz en la oscuridad.
Recordé a mi abuelo, quien era sabio
y tenía muchas historias por contar. Fue él quien despertó mi amor por la
historia y me enseñó a amar el pasado tanto como él lo amaba. Sus historias me
transportaban a lugares lejanos, a tiempos remotos donde los personajes
ficticios y las historias se materializaban.
El estruendo ensordecedor del
presente volvió a reclamar mi atención en un abrir y cerrar de ojos. Mi mundo
se sacudía violentamente mientras escuchaba el crujido del metal y el chirrido
de los frenos.
El impacto me dejó aturdido, pero
consciente. Mi corazón latía con fuerza y la adrenalina bombeaba por mis venas.
Entre la confusión y el dolor, intenté volver a la compostura.
Y luego lo vi.
Algo brillaba con una intensidad
casi sobrenatural entre los escombros retorcidos y los fragmentos de cristal.
Un objeto anticuado con marcas y grabados que parecían revelar secretos de una
época pasada. Ante su presencia, mi respiración se detuvo y sentí que la
historia me llamaba desde las sombras del pasado.
Una certeza se afianzó en mi mente
en medio del caos y la incertidumbre. Todo cambiaría con este artefacto, esta
reliquia perdida en el laberinto del tiempo. Gaby, una historiadora valiente,
tenía la intención de descubrir la verdad detrás de esto.
Capítulo
II. El legado ancestral
Mis dedos temblaban ligeramente
mientras me agachaba para recoger el artefacto entre los escombros. Un
escalofrío recorrió mi espalda al sentir su frío metal contra mi piel. La
reliquia perdida, tan enigmática y poderosa, parecía emanar una sensación de
antigüedad que me cautivaba.
Recordé entonces las historias que
había escuchado durante mis años de estudio, relatos susurrados entre páginas
amarillentas de libros antiguos y en pasillos polvorientos. Historias sobre un
objeto de poder que había desaparecido en las brumas del tiempo, un artefacto
perdido que encerraba secretos ancestrales, un objeto de poder que había
desaparecido en las brumas del tiempo, oculto entre ruinas olvidadas y leyendas
enterradas.
La llamada urgente y el accidente
que me habían llevado a este lugar parecían cobrar sentido. El destino había tejido
sus hilos con habilidad, guiándome hacia este momento crucial en mi búsqueda de
la verdad.
Un recuerdo se filtró en mi mente
como un rayo de luz en la oscuridad mientras examinaba con atención las
inscripciones grabadas en el artefacto.
Estaba de pie junto a mi abuelo, en
medio de un sitio arqueológico remoto donde las piedras guardaban los susurros
del pasado. Mientras me contaba la historia de aquel lugar y de los tesoros
ocultos bajo la tierra, sus palabras resonaban en mis oídos, llenas de sabiduría
y emoción.
Recuerdo la sensación de asombro y
fascinación que me embargaba mientras exploramos cada rincón, cada ruina, cada
símbolo tallado en la piedra. Aquel viaje fue un punto de inflexión en mi vida,
el momento en que descubrí que mi destino estaba relacionado con el misterio y
la aventura.
El recuerdo desapareció tan rápido
como llegó, pero dejó en mi corazón una seguridad inquebrantable.
Estaba decidida a desentrañar los
secretos de este artefacto perdido, a seguir los pasos de mi abuelo y descubrir
la verdad oculta detrás de las sombras del tiempo. Me embarqué en la
investigación con una determinación renovada y dispuesta a enfrentar cualquier
desafío que el destino pusiera en mi camino.
Capítulo
III. En búsqueda de la verdad
A medida que profundizaba en la
búsqueda del artefacto, un sentimiento de inquietud comenzó a crecer en lo más
profundo de mi interior. La sensación de que alguien me observaba, alguien
moviéndose entre las sombras, siguiendo mis pasos con la misma determinación
que yo, era algo que no podía ignorar.
Pensaba que el accidente no había
sido casualidad. En las sombras, alguien me estaba persiguiendo y esperando el
momento adecuado para actuar. ¿Pero quién es? ¿Y por qué?
Me lancé de cabeza a una búsqueda
frenética de respuestas, decidida a descubrir quién estaba detrás de todo esto.
Sin embargo, a medida que avanzaba en la búsqueda, el misterio se volvió más
complicado.
En medio de la selva espesa y
salvaje, en una noche tormentosa, el peligro acechó con su feroz presencia. Con
una ferocidad palpable, un grupo de desconocidos, con malas intenciones
escritas en sus rostros sombríos, me rodearon.
La adrenalina corría por mis venas
mientras luchaba contra los atacantes y buscaba una salida al caos y la
oscuridad. Pero justo cuando mis fuerzas estaban a punto de fallar, un rayo de
esperanza surgió de las sombras.
De la nada apareció una figura
femenina, ágil y letal, como un león, y se enfrentó a los atacantes. Su
apariencia transmitía una sensación de peligro y seguridad, y sus habilidades
de lucha eran asombrosas.
"¡Gaby, corre!" Me gritó,
su voz resonando con autoridad mientras me abría paso hacia la seguridad.
Corrí sin mirar atrás, confiando en
mi salvadora, sin saber quién era ni por qué me ayudó. Solo cuando llegamos a
un lugar seguro, Olaya se presentó como tal y reveló su verdadera motivación
para seguir mis pasos.
"Gaby, ese objeto que buscas,
no es solo un objeto antiguo", comenzó, su voz seria y misteriosa. Es una
herramienta con la capacidad de alterar el curso de la historia. Yo también
estoy tras su rastro". Su discurso resonó en mi cabeza, añadiendo un
elemento más al misterio que buscaba. Pero lejos de desanimarme, fortalecieron
mi coraje.
Olaya y yo nos embarcamos en
exploraciones aún más intensas, superando obstáculos peligrosos y descubriendo
secretos que permanecieron ocultos durante mucho tiempo. Cuanto más
avanzábamos, más complejo se volvía el rompecabezas, pero nuestra determinación
se mantuvo inquebrantable. Sabíamos que la verdad nos esperaba al final del
camino, brillando como una joya perdida en la oscuridad de la historia. Y no
pararíamos hasta llegar a ella.
Capítulo
IV. Huellas del pasado
El aire se llenó de electricidad
mientras Olaya y yo profundizamos en la búsqueda de artefactos. Cada pista que
descubríamos nos acercaba cada vez más a la verdad oculta que se escondía
detrás de sus antiguos grabados e inscripciones misteriosas.
Durante una noche sin sueño,
mientras repasaba repetidamente las imágenes del objeto, la revelación apareció
ante mí como una luz brillante en la oscuridad.
Las inscripciones que habíamos
estado estudiando durante horas no eran simplemente decoraciones, eran una
señal, un mapa encriptado que indicaba la ubicación de algo mucho más grande
que nosotros mismos. Tracé las líneas de las inscripciones, conectando los
puntos, con manos temblorosas, hasta que finalmente vi la imagen completa.
"No es simplemente un
artefacto", susurré, sorprendida por la importancia de lo que acababa de
descubrir. Esto va más allá, tiene el potencial de alterar la interpretación de
la historia.
Olaya me observaba con atención, sus
ojos reflejaban una combinación de asombro y determinación. Sabíamos que no
podíamos perder ni un solo segundo. Debíamos seguir adelante, seguir desentrañando
los secretos que el artefacto guardaba.
Pero antes de continuar, mi mente se
sumió una vez más en los recuerdos, llevándome de vuelta a otro momento en el
tiempo, otro instante que había moldeado mi destino de formas que apenas
comenzaba a comprender.
En el desván desordenado de la casa
de mi abuelo, me encontraba rodeada de cajas de cartón y objetos antiguos que
parecían albergar la esencia misma del tiempo pasado. Él me mostraba un viejo
pergamino desgastado por el tiempo mientras estaba a mi lado, su mirada llena
de nostalgia.
"Este libro", dijo con una
voz emocionada, "narra un misterio antiguo que ha estado desconcertando a
los historiadores durante siglos". Y creo que lo resolverás.
Sus palabras me sorprendieron, pero
en el fondo sabía que tenía razón. Desde ese día, este secreto permaneció como
una sombra en mi vida, llevándome a un momento crucial en mi búsqueda por
descubrir la verdad.
Volví mi atención al artefacto, con
el recuerdo de las palabras de mi abuelo sonando en mi cabeza, lista para
descubrir el secreto que había permanecido oculto durante tanto tiempo, porque
ahora me encontraba buscando respuestas no solo para mí, sino también para
honrar su legado y completar el trabajo que comenzó hace tanto tiempo.
Y con esa determinación, estaba
lista para comenzar esta aventura que resolviera el misterio.
Capítulo
V. El despertar del misterio
Había sido un viaje prolongado y
lleno de peligros, pero al final estábamos frente a la puerta que nos llevaría
al centro del misterio. Mientras nos preparamos para adentrarnos en lo
desconocido, Olaya y yo intercambiamos miradas cargadas de determinación.
Con antorchas temblorosas, abrimos
la puerta entreabierta y entramos en la oscuridad de la caverna antigua.
El aire era denso y pesado, lleno
del peso de la historia que se nos presentaba. Dejamos atrás todos nuestros
miedos e incertidumbres y nos adentramos más en la cueva con esperanza y
determinación.
Finalmente, llegamos a una
habitación escondida iluminada por la luz
de un antiguo altar en el centro. El artefacto que era la clave para
resolver el enigma debía ser colocado en el altar.
Olaya susurró a mi lado con una voz
llena de entusiasmo y anticipación: "Es hora, es hora de encontrar la
verdad que estabas buscando".
Asentí con firmeza, sintiendo una
mezcla de emoción y nerviosismo mientras me preparaba para activar el altar.
Coloqué el artefacto firmemente en su lugar, presionando contra los símbolos
grabados en su superficie, y sentí las energías antiguas desatarse a mi
alrededor.
Entonces, todo comenzó a temblar.
Con una fuerza implacable, la caverna se sacudió, haciendo que las paredes crujieran
y el suelo temblara bajo nuestros pies. Sin embargo, no retrocedimos ni nos
dejamos intimidar por la magnitud del poder que habíamos desatado.
En medio de la destrucción y el
caos, una puerta se abrió ante nosotros, mostrando un paisaje que parecía sacado
de un sueño ancestral. Una tierra de maravillas perdidas y tesoros olvidados
que esperan una vez más ser explorados y descubiertos.
Miré a Olaya, mi compañera en esta
maravillosa aventura que habíamos emprendido juntas, con una sonrisa de asombro
y gratitud.
Y así, con el artefacto brillando en
nuestras manos y el mundo antiguo extendiéndose ante nosotros, nos adentramos
en lo desconocido, listas para enfrentar cualquier desafío que el destino nos
deparara.