La
sombra del águila
Por Miguel Espinoza Díez
“Entonces, habrá nazis, ¿no?” Fue lo que pensé al ver el
título del libro que vengo a comentar hoy. Como buenos conocedores de la
dictadura de Franco que somos los españoles, es bastante común que cuando le preguntas
sobre águilas a un post-millennial como soy yo, inmediatamente le venga la
imagen (inconscientemente por supuesto) del águila en posición magistral que
tanto llenó las calles de los países con gobiernos fascistas durante el siglo
xx. Obviamente no estamos en Apocalypse Now,
así que no tenemos flashbacks inquietantes sobre lo que fue la guerra para
nosotros, pues ni llegamos a vivirla, pero si
tenemos constancia de que existió y existe tal ideología. Pero el libro se basa
en la campaña napoleónica de Rusia en el año 1812, por lo que los bigotes en
esta historia serán más grandes y bastante engominados.
El libro fue escrito por Arturo Pérez-Reverte, por lo que me
esperaba suspense, humor, sangre y palabrotas que, si algún día llego a utilizar,
la gente no las entendería o se reiría de mí preguntándome si había venido de
un pasado muy muy lejano.
Lo más interesante (al menos según mi criterio) es que el
libro está basado en una historia real, por lo que esta historia, que podría
calificarse de ficción, te pone a meditar sobre cómo las personas, bajo
situaciones tan extremas, son capaces de pensar tales opciones, esperando un
resultado agradable para todo el mundo.
Estamos hablando del batallón 326 de infantería del ejército
francés, que de francés tiene lo mismo que tiene Steve Jobs de comunista.
Es un batallón de antiguos prisioneros españoles a los que
les dieron la oportunidad de enlistarse
al ejército, como una manera de cumplir su condena, pues recordemos que
(también) estamos en medio de la guerra de la independencia española.
Los acontecimientos se sitúan exactamente en Sbodonovo, un pueblecito ficticio
no muy lejos de Moscú. No cabe duda de que Pérez-Reverte está hablando de la
batalla de Borodinó, donde realmente ocurrieron estos hechos. Lo fundamental de
este suceso es lo que intenta hacer este batallón al ver lo difícil que se está
volviendo la lucha. Rendirse y entregarse al enemigo. Muchos lo tomarán como un
acto cobarde, pero teniendo en cuenta cómo era el trato de los franceses hacia
estos, añadiendo por supuesto que llevaban unos años con un rey impuesto en su
querida patria, los rusos posiblemente serían unos carceleros preferibles a los franceses a los que vulgarmente se refieren como
“gabachos”. Su plan consiste en acercarse lo suficiente a las líneas enemigas y
levantar las manos como símbolo de rendición. Es un plan arriesgado, pero la
mayoría lo prefería a estar bajo órdenes de “El Enano”. Dicho y hecho, bajo las
órdenes del Capitán García el batallón se dirige hacia los rusos. Napoleón se
percata del movimiento del batallón hacía líneas enemigas, pues observa la
batalla desde lo alto de una colina. Lo que los lectores no esperamos es que
Napoleón interprete mal las intenciones del batallón, calificándolos como
“hijos suyos y de la patria francesa”. Tal fue la subida de adrenalina del
comandante, que mandó a uno de sus generales con todos los soldados bajo su
mando a proteger a los bravos españoles. Personalmente, como lector veterano de
Editorial Bruguera, el resultado de esta situación me parece digna de un tebeo
de Mortadelo y Filemón. Los Iván, asustados por el gran número de soldados que
se dirige hacia ellos, más los españoles exclamando “Vaspaña” tan alto como
pueden, se asustan y reagrupan filas hacia atrás, siendo así el pueblo tomado
por los franceses. La cara de perplejos de los españoles y la incomodidad de la
situación la dejaré a imaginación vuestra, pues es tan largo que dedicaría un
párrafo entero para explicarlo. Al llegar a Moscú condecoran al batallón
español y les asignan hacer guardia en el Kremlin, no sin antes dejarles
saquear la ciudad un poco. Durante esa noche Napoleón los visita y les aclara
que se ha dado cuenta de las intenciones que tenía el batallón realmente.
Asustados por lo que pueda pasar, el batallón emprende un muy duro regreso
hacia su madre patria, a través de la blanca Rusia. Varios se quedan por el
camino, pues no tienen recursos, el frío es extremo y sus zapatos están más
desechos que una camiseta de 5 euros después de ser metida en la lavadora, pero
finalmente consiguen llegar a su tierra, con la esperanza de recuperar sus
anteriores vidas. Por último ¿a qué viene el título? Simplemente es como describe
Napoleón a su ejercito durante aquella batalla, una gran águila que se postra
sobre el enemigo con intención de ampliar aquel imperio tan poderoso que
finalmente fue derrotado y expulsado a través del río Niemen.
La lectura. Una
costumbre anticuada
En mi experiencia dentro del sistema educativo, nunca ha
faltado un compañero de clase que se refiera a la lectura como algo “de
viejos”, aburrido, de frikis o cualquier adjetivo calificativo que deje la
lectura como algo inútil, a lo que ya no hay que mostrar interés alguno. Y por
raro que parezca, los entiendo.
Yo he tenido la gran suerte de ser educado en una familia
lectora, mis padres leen mucho y pues, los hijos no íbamos a ser menos. Señalo
este hecho muy humildemente, pues no por esto me creo mejor que nadie, tan solo
remarco que mi visión hacia la lectura ha sido moldeada por esta situación.
La lectura es algo que ha logrado clasificar entre sí a los
seres humanos, pues antaño tan solo la gente poderosa y con dinero se podía
permitir el lujo de aprender a leer y comprar libros. Después de que al
proletariado nos tomarán un poco más en serio a finales del siglo XVIII e
instauraran la educación como pública en el XIX, la alfabetización ha aumentado en los ciudadanos muy
considerablemente desde entonces, llegando a ser una de las primeras cosas que
se le enseña a un niño: leer.
Los libros siempre han sido la cuna del saber, la manera de
aprender sobre todo: Historia, lenguas, Matemáticas, Biología y un largo etcétera. Las bibliotecas se han considerado
siempre fundamentales en una ciudad o pueblo. Allí se acapara casi toda la
información a la que nosotros podemos acceder. ¿Necesitas hacer un trabajo
sobre las focas para el colegio? Dirígete a la biblioteca. ¿Quieres leer algún
que otro libro como modo de entretenimiento? Ve a la biblioteca. Estas
costumbres han permanecido intactas hasta hace poco, cuando a finales del siglo
xx se desarrolló lo mejor y a la vez, lo peor que ha podido pasarle al ser
humano: el Internet.
De un día para otro podías acceder a toda la información
existente en el mundo desde tu casa y en cuestión de segundos. Ahora podías
consultarlo todo sin la necesidad de salir de tu casa y exponerte al mundo
real. Puedes aprender sobre las focas en la Wikipedia, ver vídeos relacionados
en Youtube y hablar a tiempo real con millones de personas sobre el mismo tema
a través de los foros. Realmente es la más compleja herramienta creada que
abriría las puertas del conocimiento aún a más personas que los libros. Pero
como decía el tío Ben: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Nos hemos acomodado demasiado a estas máquinas (yo el
primero) porque nos hacen la vida más fácil y como he dicho antes, nos aleja
del mundo real, el cual da miedo, es difícil y nos puede llegar a ofuscar enormemente.
Pero en Internet es distinto. Ahí tienes un perfil en el cual la gente sube
fotos de sus viajes, sus emociones (ya sean buenas o malas), comparte memes y
enlaces a supuestos métodos que te harán adelgazar 10 kilos en una semana. Allí
todo es perfecto. Tú decides qué quieres ver y qué no, puedes perderte en la
sección de tendencias de ciertas redes sociales o ser un miembro importante de
un foro online que tenga los mismos gustos o ideas políticas que tú. Eso nos ha
vuelto analfabetos de nuevo, pues al solo consumir lo que queremos, nos deja un
vacío muy grande que, o se rellena pronto, o tendrá consecuencias devastadoras
en el futuro. Para que os hagáis una idea de por dónde quiero ir, pongamos este
ejemplo: imagina una persona que pasa toda su niñez, adolescencia y parte de su
vida adulta encerrado en una habitación cuadrada de color azul, vestido
enteramente de blanco, con una silla y una mesa en medio. Ahora libera a esa
persona, sacándola simplemente a la calle, con los edificios, los ruidos de los
coches, la gente que va de paso y lo más importante: la gran variedad de
colores que se abre delante de sus ojos. ¿Os dais cuenta de por qué al
principio dije que entendía a esos compañeros que criticaban la lectura? A las
personas que hemos nacido a finales de los 90 y en la década de los 2000 se nos
conoce como “nativos digitales”, pues ya nacimos con este “lugar feliz” creado
del que os hablo. Esos compañeros que critican la lectura, son la persona
encerrada en el cuarto azul.
Para mí el leer es algo muy importante, pero debido al Internet
y todos los problemas que arrastra un adolescente medio, le echo mucho menos
tiempo del que me gustaría. Los libros nos ayudan a tener una buena ortografía,
a controlar un vocabulario extenso, a tener una buena comprensión lectora y a
una cosa que el Internet no puede hacer siempre: nos lanza directamente a la
cultura. Nosotros, como seres humanos en crecimiento, deberíamos centrarnos en
leer, pues nos ayuda a comprender cómo era, es y posiblemente sea el mundo. No estoy
diciendo que nos pongamos a leer El Buscón, pero echarle un rato a leer una
historia, nos entretiene y nos educa la mayoría de las veces correctamente.
Eso sí, los libros ya no los podemos percibir como antes,
pues la sociedad ha cambiado considerablemente en todos los aspectos, así que
si a las juventudes no nos interesa leer de vez en cuando, en vez de plantarnos
el libro en la cara, esperando que todos le demos el mismo valor, cambiad la
manera de percibir la lectura, pues no todos los cambios tienen que tener una
parte mala.
Mi
biblioteca personal
En la estantería en la que guardo los libros tengo
diferentes colecciones que me han ido gustando (algunas han llegado a marcar
alguna etapa de mi vida, pues al recordar esos años lo primero que pienso es en
esos libros) a lo largo de mi corta etapa en la Tierra. Aquí explicaré cómo la
tengo dividida y hablaré un poco sobre los libros o colecciones más importantes
para mí.
Me acuerdo que todavía era muy pequeño cuando empecé a
“leer” los tebeos que tiene mi abuela en el salón de su casa. He puesto leer
entre comillas pues para entonces no sabía muy bien leer, pues era muy pequeño,
pero me gustaba mucho ver los dibujos de tiras tan famosas como el Capitán
Trueno. Cuando tuve edad suficiente, empecé a devorar esos libros, pues la
verdad me encantaban las historias.
La colección a la que más cariño le tengo se basa en esta
historia, pues fue una serie de recopilaciones de estos tebeos que el periódico
sacó hace casi 10 años. Algunos están hasta rotos, pero porque mis hermanas y
yo nos habremos leído al menos 10 veces cada libro. “Zipi y Zape”, “13 Rue del
Percebe”, “Mortadelo y Filemón” y “Rompetechos” son los más destacables.
Llegó un momento en el que quería leer cosas un tanto
diferentes, pero sin irme de esta línea del humor en la que tan cómodo estaba
mi yo de 7 años. Creo que fue mi padre el que me dio el primer número de
Gerónimo Stilton. El título era: Mi nombre es Stilton, Gerónimo Stilton”. “Muy
creativo” pienso, ahora que rememoro esos días, pero me tuvieron encandilado
durante bastantes años. El problema es que de esta colección solo tengo unos
pocos y no sé qué le ha pasado al resto (pues tenía muchos) pero bueno, al
menos me queda el recuerdo de lo feliz que estaba cuando anunciaban en algún
sitio que acababan de sacar la nueva parte de mi saga preferida de este
personaje: “Viaje en el tiempo”.
No voy a hablar mucho de Tintín, pues no necesita
presentación, pero si señalaré que fue el puente a leer libros de letra
pequeña, pues era un formato de aventuras ya un poco más maduro. Y mucho menos
de Astérix y Obélix, los galos más valientes del año 50 a.c. y que le dieron tantos dolores de cabeza a Julio César.
La última colección de la que hablaré es “Diario de Greg”.
Cuando Jeff Kinney juntó humor, vida
diaria y un poco el estereotipo americano, enganchó a 16 millones de personas
alrededor del globo, obviamente entre ellas estaba yo, con 10 años, comprando
todo libro nuevo de la saga y entiendo por qué. En esa época estaba terminando
el colegio y ver cómo Greg me hacía darle un punto de vista más animado, pues
me lo pasaba muy bien.
Obviamente tengo libros más serios como “El Principito”,
“Ardenas 44” y “Núbilus”, pero estos son el tronco de mi biblioteca, mi vida de
lector y del entretenimiento que tuve en aquellos fríos inviernos.