lunes, 7 de noviembre de 2022

 ÚLTIMO TEXTO NARRATIVO

En medio del campo de batalla, mientras todos los demás guerreros seguían con la batalla, un aqueo sacó su lanza del pecho de su oponente, la alzó sabiendo que poco tiempo le quedaba antes de pasar a mejor vida y, como venganza por sus enfrentar a aquellos que no pueden ser enfrentados, fue calcinado por un rayo que cayó en medio de la lluvia. Tras esto la guerra cesó por meses, hasta que los deseos de Menelao llevaron a su continuación de nuevo y a que terminase con la victoria griega.

El Tidida se levantó nervioso, quien no lo estaría sabiendo que cientos de hombres dependían de tu liderazgo, pero no dejó que los nervios le controlen, por lo que decidió hacer su rutina diaria de ejercicio y práctica con sus guerreros.

La mañana parecía tranquila, la naturaleza no parecía conocer la terrible batalla que tendrían en apenas unas horas, o eso creyó Diomedes hasta que miró al cielo y vio una nube negra como la diosa Nix, parecía que llegaría poco después de la hora en la que Agamenón acordó a que atacarán la fortaleza.

Después del ejercicio usual fue con los mejores lanceros entre sus tropas para preparar las instrucciones y hacer una práctica antes del combate.

―Preparados debéis estar soldados pues la batalla que hoy se acerca será conocida por todos por los confines de los tiempos, pero antes habéis de saber que no solo será la mayor y más gloriosa batalla de nuestro imperio si no que también será la más difícil a la que nos hemos enfrentado nunca, no solo batallaremos humanos, pelearemos con los mismísimos dioses que apoyaron el miserable y humillante robo de Helena, confiamos en que los de nuestro lado nos presten su ayuda en tan tremenda contienda.―Pronunció Diomedes al entrar en la zona de práctica. Cuando pronunció su primera palabra todos pararon sus entrenamientos y corrieron a formarse para escuchar las palabras de su líder.

―Un verdadero guerrero aqueo no tiene miedo a la muerte, o por lo menos, puede aceptar las consecuencias de librar esta batalla. Cuando estéis allí que sepáis que incluso el más fuerte de los hombres, incluso Aquiles o Héctor, fallarán un lanzazo o  se sentirán débiles tras horas de pelea y esfuerzo, sin embargo, a esos guerreros se les caracteriza por no rendirse en batalla, por calcular cada estocada y resistir incluso los mayores daños. ¡Así que soldados preparaos para el entrenamiento!―

Así el Tidida empezó los duelos de práctica con sus hombres, los veía en buena forma, pero menos precisos que de usual. Después de esto fue a supervisar que todos los caballos estuviesen en forma y los carruajes preparados. Poco tiempo tenía que quedar para la hora acordada por Agamenón.

Una hora más tarde, sonó el quinto cantar que indicaba la movilización del ejército de Diomedes.

 

Una vez llegaron al campo de batalla, todo el ejército griego cargaba contra las defensas troyanas, las flechas de los arqueros no llegaban aún y como tambores resonando en un anfiteatro las pisadas de los miles de soldados podían ser escuchadas desde la distancia, poco se podía ver la muralla troyana a esa distancia. El tiempo se empezó a nublar cuando se acercaron lo suficiente como para percibir a los soldados que había en la muralla.

Como si del tono más alto de un aulós se tratase, una flecha impactó en la frente del soldado que se encontraba cerca de Diomedes, el hombre cayó desplomado por la propia fuerza con  la que la flecha había impactado y se pudo ver a un guerrero troyano levantando un arco entre todos los demás. Ese flechazo se trataba de un mensaje, el combate había comenzado.

Pese al caos de la batalla los soldados de Diomedes no perdieron su formación y se mantuvieron casi imbatibles, en ese momento supo que Atenea estaba de su lado, por lo que decidió pasar a la ofensiva atacando directamente el ejército troyano.

Diomedes preparado con su lanza, se bajó del carruaje clavando con precisión la lanza a un soldado en la cabeza durante su caída, después arremetió contra otro atravesando con gran precisión y elegancia su pecho. Barrió los pies del siguiente contrincante, dejando el trabajo de matarlo a otro de sus hombres, después rebanó el brazo de un guerrero para posteriormente lanzar su arma contra un hombre clavándosela en el muslo y tirándolo al suelo.

Cogió el arma de uno de sus hombres caídos con un movimiento de pie entrenado para no perder ni visibilidad ni tiempo en la batalla. Vio a Eneas cerca de él y se dispuso a enfrentarlo.

―Me ha parecido ver al hijo de la mismísima Afrodita a poca distancia de aquí, por lo que voy a enfrentarlo, ¡Abridme el paso pelotón, cargad!―Gritó Diomedes a sus hombres.

Los guerreros hicieron caso y cargaron eliminando a los soldados cercanos, pero aún quedaban troyanos obstaculizando su camino. Lanzó una estocada al soldado más próximo a él, clavando la lanza en su pecho y ayudándose de su propio pie para arrancarla del cuerpo inerte. Tras esto, la posición que tenía tras arrancar la lanza le obligó a atacar a las piernas, el cual tras ser herido por esta lanzó un insulto a todo pulmón, incluso logró escucharse con el sonido estruendoso de la batalla, Diomedes le noqueó con un puñetazo en el pómulo.

Eneas estaba lo suficientemente cerca como para que hubiese advertido que era ahora su objetivo, por lo que avanzó a enfrentarse contra el Tidida.

Diomedes vio que era un objetivo fácil pues tenía una clara visión de él y se estaba acercando el línea recta, pero no podía arrancar la lanza de la pierna del hombre inconsciente por lo que decidió coger una piedra del suelo y lanzarla con todas sus fuerzas hacia él. El proyectil le dio en toda la sien, derribándolo contra el suelo y dejándolo indefenso contra incluso el más mínimo de los ataques. Diomedes se subió a su carruaje y cogió una lanza del suelo en el proceso para acercarse y terminar de matarlo.

Cuando llegó frente a su oponente vió al ser más bello que podía existir enfrente suya, en ese campo de batalla, presenció a Afrodita, la Divina entre diosas, intentando llevarse a su hijo, viendo esa situación Diomedes, El más esforzado entre los aqueos, no dudó en atacar con su lanza atravesando su mano. La diosa cayó por la herida y Apolo vino en su ayuda, dispuesto a enfrentar al Semejante a los dioses.

Tuvieron un duelo donde ambos estaban en completa igualdad de condiciones, toda estocada era bloqueada y llevaba a una contraestocada del contrincante que era esquivada, pero el dios pudo retroceder lo suficiente para llevarse a Eneas con la ayuda de Afrodita y escapar del campo de batalla.

De repente, todo se ralentizó para la visión del héroe, dejó de escuchar los choques entre metales y los pasos en el suelo y solo empezó a escuchar sus propios latidos, sentía las gotas de sudor correr por su frente y las de lluvia chocando contra su arma y su cuerpo, pocos segundos después, comenzó a ver la razón de esa situación, un soldado con muchas cicatrices y que parece muy curtido en batalla se acercaba a él. La primera vez que vió a ese hombre, Diomedes comprendió su verdadera identidad, era Ares, el dios de la guerra, y supo que venía a por él, a vengarse por haber herido a la diosa.

El dios atacó con todas sus fuerzas, creando una velocidad impresionante en su arremetida, pero el cuerpo del Tidida se movió como si de un títere se tratase para bloquear el ataque. En ese momento, todo se volvió a encender y comenzó a pelear con el dios.

Ares bloqueaba perfectamente los ataques del aqueo como si los supiese antes de que se realicen y ataca con maestría absoluta con su arma, en cambio, el Tidida está cada vez más contra las cuerdas. En una última confrontación, Diomedes es desarmado y su arma sale despedida detrás de él.

Tras correr de nuevo a por su arma, y con el dios preparando un ataque inminente, lanzó un ataque con todas las fuerzas que Atenea podía darle. La lanza sale a tanta velocidad que el dios no pudo enfrentarla, quizás habría podido de haber estado en guardia y no preparando un ataque, de esta manera la lanza se clava en su estómago derribando al dios y dejándolo tumbado en el suelo.

Diomedes se acerca a él, saca la lanza y sabiendo que su destino era ser castigado por Zeus, por haber hecho tanto daño a su hijo, la levanta victorioso y espera a que el rayo furioso acabe con él.

 

 

Características de la obra

-          El narrador es omnisciente y narra los hechos en 3ª persona

-          La acción comienza in extrema res, es decir, comienza con el final de la obra.

-          Los principales antagonistas son los troyanos y los dioses que los apoyan, destacando Ares como la batalla final del personaje principal.

-          Todos los personajes son planos, no sufren ningún cambio significativo de personalidad, y son individuales

-          Ocurre en un espacio físico de otra obra, llamada La Ilíada, donde se narran los hechos de la guerra de Troya, por lo que también es un espacio real.

-          Se sitúa en la antigua Grecia, en concreto, en la guerra contra Troya y como tiempo interno la obra solo dura un día.

ÓSCAR

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