jueves, 3 de noviembre de 2022

 RELATO

Desde que tengo uso de razón mi mayor sueño ha sido convertirme en una de las mejores patinadoras artísticas que existe. Aprendí a patinar cuando tenía tan solo tres años y al año siguiente les pedí a mis padres que me apuntaron a clases de patinaje artístico. Ellos siempre han pensado que es un pasatiempo, pero el patinaje para mí ha sido y será mi mundo entero. No solo iba a clases de patinaje y me esforzaba al máximo por ser la mejor, si no que veía a las mejores patinadoras artísticas y soñaba con convertirme en una de ellas.

Mi época favorita del año siempre ha sido el invierno, sobre todo aquellos días en los que el lago de al lado de mi casa estaba congelado y podía practicar mis mejores pasos.

Durante toda mi etapa como patinadora habré ganado unos veinte premios y medallas, incluso conseguí el primer puesto en una competición nacional. Pero nunca llegué a nada más grande, pero mi oportunidad acababa de llegar.

Este año cumplía los 17 y mi entrenador me había dado la mejor noticia que podían darme por mi cumpleaños: había sido seleccionada para participar en la competición más grande del mundo, “El Ice Fest”.

La competición iba a tener lugar en Oslo, Noruega dentro de unos ocho meses. Por eso entrenaba día y noche para mejorar y conseguir quedar en un buen puesto. Mis padres y amigos me apoyaban muchísimo.

Mis padres decidieron celebrar mi admisión en la competición con un viaje a Italia, donde se encontraba uno de los mejores lagos del mundo dónde conocería a mi ídola del patinaje, Carolina Kostner.

Mientras iba en el coche con mis padres, mi padre y yo hablábamos de cómo sería la competición mientras mi madre conducía. De repente una llamada muy importante le llegó a mi madre y no pudo evitar cogerlo a pesar de que yo le dijiste que no era buena idea. Fue en ese momento en el que mis padres le estaban prestando más atención a la llamada que a la carretera y un desafortunado accidente ocurrió. No se dieron cuenta de que se cambiaron de carril y chocamos justo con un camión que venía en dirección contraria.

Después del accidente me quedé inconsciente y lo último que recuerdo es a mi madre llorando y a mi padre preguntándome si me encontraba bien.

Unos días después me desperté en el hospital debido a una conmoción cerebral, casi no podía moverme lo único que sentía era un dolor insufrible.

El momento en el que el médico entró a mi habitación junto a mi padre que al parecer se encontraba mucho mejor que yo me dijeron que mi madre se encontraba con varios huesos rotos pero la noticia que me dieron a continuación fue la que verdaderamente me destruyó. Me había roto la tibia.

El médico me dijo que me iba a costar mucho volver a andar y que ya de por sí sería un milagro. Lo que quiere decir que la opción del patinaje artístico quedaba totalmente descartada. No iba a poder cumplir mi sueño.

Pasaron unas semanas después del accidente, mis padres nunca ser lo perdonaron. Yo no estaba bien ni mental ni físicamente. Trataba de andar todos los días pero nunca lo conseguía. Me caía cada vez que lo intentaba y poco a poco me costaba más levantarse y seguir adelante.

Me llevaron a un médico especialista que resultó ser una chica no mucho mayor que yo llamada Aisha. Tras dos meses me ayudó bastante a recuperar mi movilidad cosa que creíamos imposible. Nos hicimos muy buenas amigas e incluso fue la persona que más me apoyó con todo este tema.

Fui a comentarle a mi entrenadora que ya podía andar de nuevo pero ella se negó rotundamente a dejarme participar en la competición, pero no me iba a rendir tan fácilmente y Aisha tampoco iba a dejar que lo hiciera. Entrenamos todos los días, sí que es verdad que no tenía la misma facilidad que tuve anteriormente pero aún así no me rendí.

El día del campeonato me presenté allí con el apoyo de mis padres y mi amiga. Sabía que era prácticamente imposible ganar, pero aún me quedaba un rayo de esperanza. Si había conseguido andar otra vez cuando era imposible qué me iba a impedir hacer esto.

Y con esa mentalidad fue como gané el primer puesto en la competición. Y a partir de ese día me di cuenta de que nada es imposible. La única persona que puede ponerte límites eres tú mismo y tu mentalidad.

NEREA

 

 

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