viernes, 4 de noviembre de 2022

 

-PASTILLAS-


- ¿Me estas escuchando? ¿Hola?¿Quieres despertar de una vez? - Me dijo Lara, mi profesora de inglés. Una de las mejores profesoras que he tenido. Realmente, siempre me ha apoyado en todo. Me siento mal solo de pensar en todo lo que me ha ayudado.

- Lo siento...No volverá a suceder. Dije bostezando. No querría que se preocupase, otra vez.

-Últimamente te duermes en todas las clases, ¿no será otra vez...?

Antes de que pudiera terminar me levante y fui al baño. No quiero dar explicaciones, estoy harta de esta situación. No me había recuperado del reciente sueño, haciendo que parezca un zombi por los pasillos. Cuando pasé, me arrepentí al instante.

- ¿Otra vez tú? ¿No te cansas de estar en el baño? Parece que vives aquí dentro.

No hice caso, y fui directa al cubículo del baño. Quería terminar con todo esto. Estaba cansada, cansada de todo y de todo, pero aquí no, en el baño no.

De repente, golpean la puerta, haciendo que termine del despertarme.

-No estoy de humor, por favor, déjame en paz, ¿nunca te casas? Hoy tengo una exposición, no puedo ir ensangrentada. Dije con hilo de voz. Sabía lo que me esperaba, pero no más, nuca más.

- Pobrecita, ¿por qué no sales, para pedirte perdón y arreglar las cosas?

 Ese tono me tenía irritada, siempre lo usaba cuando explico lo que me hace, haciéndose continuamente la víctima y la afectada de la historia. En un abrir y cerrar de ojos, vi como una mano me agarraba del tobillo y me arrastraba por la pequeña hendidura que había en el cubículo.

-Sal de una puta vez, Erica. Si no lo haces será peor, ya lo sabes.

Ya no aguantaba más. Todos los días, durante cinco años, era exactamente igual; insultos, palizas, dolor, sangre...

-Suéltame, por favor. Ya salgo, pero suéltame. Dije lo más calmada y serena que puede.

- Hoy te has portado peor y ya sabes lo que significa, ¿no?

Mientras me levantaba, lo pensé. Pensé en hacerlo, ¿para qué esperar más? El pulso empezó a ser mucho más rápido, el chute de adrenalina se sentía genial, ¿acaso esto se siente vivir? ¿Experimentar algo diferente al dolor?

Saque el cuchillo que tenía guardado en el bolsillo de mi sudadera. Al fin voy a poder recibir justicia, al fin podre vengarme. Mientras oía a Rafaela riéndose, abría la puerta poco a poco, cada vez más emocionada. Cuando por fin...

- ¡AHHHHH! Chillo con el cuchillo clavado en el cuello.

Lo saqué y se lo volví a clavar, esta vez en el pecho. Se sintió tan gratificante. La apuñale unas cuantas veces más, hasta no escuchar nada. Sabía que tenía poco tiempo antes de que alguien viniera por los gritos. Por lo que, cogí el cuchillo, lo guardé y fui a mi clase.

Nadie se dio cuenta de la sangre que tenía desparramada por toda la ropa. Como no, era como la compañera fantasma del curso. Me acerqué a mi puesto, cogí mi mochila. Ahora empieza lo bueno.

Saque la antigua escopeta de mi abuelo y algunas balas de recambio, no tenía muchas. Debía darme prisa. Entonces, empezaron los gritos y las ganas de venganza crecieron aún más. Fueron cayendo, uno por uno, empezando por los que empezaron a tratarme de esa manera. La sangre se veía muy bien cuando no era mía. Hasta que llegue a Lara.

 -¿Eri... Eric... ERICAAA? NO LO HAGAS, TE LO SUPLICO. ¿PORQUÉ? ¿PORQUÉ, ERICA? Estaba en estado de shook, en verdad me daba un poco de pena.

-Lara, sabes que te tengo aprecio y que has sido la mejor persona que me ha tratado en este instituto de mierda, pero sabes que...Nunca me ayudaste realmente. Siempre te has creído las mentiras de ellos, aunque tuviera la cara destrozada. ¿Por qué? ¿Por qué, Lara? Lo siento muchísimo, pero te veré en el infiero.

- ¡NOOOOOOOOO!

La sangre salpico demasiado, llegando hasta mis ojos. Me sentía tan viva, tenía una emoción y un sentimiento nuevo. Esto me está encantando. Pero, me sentía muy pesada, mis piernas me temblaban demasiado, mi sudor cubría todas las células de mi cuerpo, mi visión era borrosa... Mi corazón empezó a ir muy rápido, tan rápido que me desperté.

- ¿Erica? ¿Erica? ¿Quieres despertarte de una vez? Te tienes que tomar las pastillas, ya sabes que, si no, te tendremos que poner la camiseta de fuerza y llevarte a la sala blanca, y no nos gusta, ¿verdad, cariño?

Dijo Lara, la enfermera encargada de mi evolución en el psiquiatra.Me levanté entre el sudor y las sábanas blancas, con el corazón en la garganta y roja como un tomate

-Ya voy, ¿me puedes dar al menos mi zumo de manzana? Ya sabes que no puedo con tantas pastillas.

 

Como siempre, todo fue uno de los muchos sueños que siempre tengo. Y ojalá pase algún día, y todos esos bastardos se arrepientan de todo lo que me hicieron.

Florentino Surdu 1ºB

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