-PASTILLAS-
- ¿Me
estas escuchando? ¿Hola?¿Quieres despertar de una vez? - Me dijo Lara, mi profesora de
inglés. Una de las mejores profesoras que he tenido. Realmente, siempre me ha
apoyado en todo. Me siento mal solo de pensar en todo lo que me ha ayudado.
- Lo
siento...No volverá a suceder. Dije bostezando. No querría que se preocupase,
otra vez.
-Últimamente
te duermes en todas las clases, ¿no será otra vez...?
Antes de que pudiera terminar me levante y fui al baño. No
quiero dar explicaciones, estoy harta de esta situación. No me había recuperado
del reciente sueño, haciendo que parezca un zombi por los pasillos. Cuando
pasé, me arrepentí al instante.
- ¿Otra vez tú? ¿No te cansas de estar en el baño? Parece
que vives aquí dentro.
No hice caso, y fui directa al cubículo del baño. Quería
terminar con todo esto. Estaba cansada, cansada de todo y de todo, pero aquí no,
en el baño no.
De repente, golpean la puerta, haciendo que termine del
despertarme.
-No estoy de humor, por favor, déjame en paz, ¿nunca
te casas? Hoy tengo una exposición, no puedo ir ensangrentada. Dije con hilo de voz. Sabía lo que me
esperaba, pero no más, nuca más.
- Pobrecita, ¿por qué no sales, para pedirte perdón y
arreglar las cosas?
Ese tono me tenía
irritada, siempre lo usaba cuando explico lo que me hace, haciéndose
continuamente la víctima y la afectada de la historia. En un abrir y cerrar de
ojos, vi como una mano me agarraba del tobillo y me arrastraba por la pequeña
hendidura que había en el cubículo.
-Sal de una puta vez, Erica. Si no lo haces será peor, ya
lo sabes.
Ya no aguantaba más. Todos los días, durante cinco años, era exactamente
igual; insultos, palizas, dolor, sangre...
-Suéltame, por favor. Ya salgo, pero suéltame. Dije lo
más calmada y serena que puede.
- Hoy te has portado peor y ya sabes lo que significa, ¿no?
Mientras me levantaba, lo pensé. Pensé en hacerlo, ¿para qué
esperar más? El pulso empezó a ser mucho más rápido, el chute de adrenalina se
sentía genial, ¿acaso esto se siente vivir? ¿Experimentar algo diferente al
dolor?
Saque el cuchillo que tenía guardado en el bolsillo de mi
sudadera. Al fin voy a poder recibir justicia, al fin podre vengarme. Mientras
oía a Rafaela riéndose, abría la puerta poco a poco, cada vez más emocionada.
Cuando por fin...
- ¡AHHHHH! Chillo con el cuchillo clavado en el
cuello.
Lo saqué y se lo volví a clavar, esta vez en el pecho. Se sintió
tan gratificante. La apuñale unas cuantas veces más, hasta no escuchar nada.
Sabía que tenía poco tiempo antes de que alguien viniera por los gritos. Por lo
que, cogí el cuchillo, lo guardé y fui a mi clase.
Nadie se dio cuenta de la sangre que tenía desparramada por
toda la ropa. Como no, era como la compañera fantasma del curso. Me acerqué a
mi puesto, cogí mi mochila. Ahora empieza lo bueno.
Saque la antigua escopeta de mi abuelo y algunas balas de
recambio, no tenía muchas. Debía darme prisa. Entonces, empezaron los gritos y
las ganas de venganza crecieron aún más. Fueron cayendo, uno por uno, empezando
por los que empezaron a tratarme de esa manera. La sangre se veía muy bien
cuando no era mía. Hasta que llegue a Lara.
-¿Eri... Eric... ERICAAA?
NO LO HAGAS, TE LO SUPLICO. ¿PORQUÉ? ¿PORQUÉ, ERICA? Estaba en estado de
shook, en verdad me daba un poco de pena.
-Lara, sabes que te tengo aprecio y que has sido la mejor
persona que me ha tratado en este instituto de mierda, pero sabes que...Nunca
me ayudaste realmente. Siempre te has creído las mentiras de ellos, aunque
tuviera la cara destrozada. ¿Por qué? ¿Por qué, Lara? Lo siento muchísimo, pero
te veré en el infiero.
- ¡NOOOOOOOOO!
La sangre salpico demasiado, llegando hasta mis ojos. Me
sentía tan viva, tenía una emoción y un sentimiento nuevo. Esto me está
encantando. Pero, me sentía muy pesada, mis piernas me temblaban demasiado, mi
sudor cubría todas las células de mi cuerpo, mi visión era borrosa... Mi
corazón empezó a ir muy rápido, tan rápido que me desperté.
- ¿Erica? ¿Erica? ¿Quieres despertarte de una vez? Te
tienes que tomar las pastillas, ya sabes que, si no, te tendremos que poner la
camiseta de fuerza y llevarte a la sala blanca, y no nos gusta, ¿verdad, cariño?
Dijo Lara, la enfermera encargada de mi evolución en el psiquiatra.Me
levanté entre el sudor y las sábanas blancas, con el corazón en la garganta y
roja como un tomate
-Ya voy, ¿me puedes dar al menos mi zumo de manzana? Ya
sabes que no puedo con tantas pastillas.
Como siempre, todo fue uno de los muchos sueños que siempre
tengo. Y ojalá pase algún día, y todos esos bastardos se arrepientan de todo lo
que me hicieron.
Florentino Surdu 1ºB
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