jueves, 17 de septiembre de 2020

 

LA VUELTA A CLASE CON EL COVID-19

ISABEL CAÑAS

Tras la dura experiencia de toda esta nueva situación, un virus nuevo, el confinamiento, medidas sanitarias estrictas, la incertidumbre y las noticias diarias de contagios y muertes en todo el mundo, un fin de curso estresante y un verano atípico, toca volver a clase.

Al escuchar las noticias tanto en la televisión como lo que me contaban mis padres, no se sabía muy bien si empezaríamos o no, y de qué manera. Nadie tenía ni la menor idea de cómo volver de forma cien por cien segura. Y una semana antes de comenzar se transmitió información sobre cómo iba a ser.

En cuánto nos avisaron de que ya se podían ver las listas de la clase con todos los nuevos compañeros de curso, experimenté de nuevo la sensación de nervios e inquietud que tengo siempre por saber con quién iré. Por una parte estaba intranquila pero por otra me reconfortaba volver a sentir emociones ya experimentadas de años atrás, que son normales, y pensar en la vuelta a la rutina, en ver a tus amigos, compañeros y profesores cada mañana, volver al hábito de estudiar, los nervios del día previo a un examen, etc.

En principio, lo que más me preocupa es la salud de mis familiares y mis estudios, ya que si esta nueva etapa es difícil hay que sumarle la nueva situación que lo vuelve todo aún más complicado.

En un primer momento, debíamos ir a clase el miércoles día 9, para recoger nuestras agendas y horarios y conocer a nuestro tutor para que nos explicara cómo han organizado todo y resuelva las dudas. Y al lunes siguiente comenzar las clases.

Tras la primera toma de contacto, salí contenta e ilusionada porque me quedaban unos días más de vacaciones, aunque esa misma tarde, hubo un cambio de planes y comunicaron que se empezaba al día siguiente (esa fue la primera decepción).

Al día siguiente, a las ocho y media, comenzó mi primera jornada en bachillerato. Los profesores se presentaron, nos comentaron como tenían pensado realizar el desarrollo de las clases y muchos, por no decir todos, nos advirtieron de que nos espera un trabajo constante y perseverante, para poder lograr unos resultados satisfactorios.

A todo esto, siempre bajo unas normas estrictas de comportamiento y sanitarias, como el uso de la mascarilla en todo momento, clases únicas, la separación de caminos y circuitos a seguir por los pasillos e higiene de manos y pupitres, pero que en algunos casos no se cumplen por completo.

Así que la ilusión se va disipando cada día, al comprobar que hay tantas complicaciones, tanto caos y tantos cambios de planes sobre la marcha. Estamos condenados a improvisar…

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