lunes, 28 de septiembre de 2020


Fragmento del "Cantar de Mio Cid"

v.35-54 del Cantar del Destierro


 

 

 

 

 

 

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Los guerreros de Mío Cid    dicen a voces que abran,

pero están dentro con miedo,    y no responden palabra.

Aguijó el Cid su caballo    y a la puerta se acercaba;

el pie sacó del estribo    y la puerta golpeaba.

Nadie la pudo abrir,    que estaba muy bien cerrada.

Una niña de nueve años    se acercó y así le hablaba:

«¡Oh Campeador,    que en buena hora ceñiste la espada!

Abriros lo prohíbe el rey,    anoche llegó su carta

con advertencias muy graves,    con lacre real sellada:

bajo ninguna razón    podremos daros posada;

nos quitarán, si lo hacemos,    nuestros bienes y las casas,

e incluso nos sacarán    los ojos de nuestras caras.

Si nos causáis este daño,    oh Cid, no ganaréis nada.

Mejor que os ayude Dios    con toda su gracia santa».

Y cuando acabó de hablar,    la niña tornó a su casa.

Comprende el Cid que es del rey    de quien ya no tiene gracia.

Y se alejó de la puerta,    por Burgos veloz pasaba;

y llegó a Santa María:    allí del caballo baja,

allí se hincó de rodillas,    y emocionado rezaba.

Terminada su oración,    el Cid de nuevo cabalga.

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