13 de Marzo
Jorge
Juárez Torralba 1º C Bachillerato
Unas
semanas antes del peor día que recuerdo, todo el mundo andaba nervioso,
asustado, inquieto…
La
gente que me rodeaba (y yo) parecía no querer creer las noticias que nos
llegaban. Mi madre me sacaba loco, me decía que me preparase que lo que venía
no era bueno. En casa nos reíamos de ella: “Ya está, la agorera. Mira que
siempre igual, mami”.
El
lunes, antes del día, fui al mercado, ante mis ojos la estantería del papel higiénico
vacía, harina agotada, sin gotazo de lejía. No creía lo que estaba viendo.
Esto
no podía estar pasando en la sociedad en que vivimos, cómo iba a ser posible.
Viernes
13 de marzo, no vamos a clase. Al llegar de trabajar mi madre nos dice que nos
vayamos a dar una vuelta con la bici porque vamos a estar una temporada sin ver
la calle.
A
la mañana siguiente declaran el estado de alarma, no se puede salir a la calle,
no podemos ir a clase, no vemos a nuestros abuelos, primos, amigos… Lo peor es
que no sabemos cuándo pasará. A esta incertidumbre se suma las noticias que
llegan, los abuelos de mis amigos están enfermando, gente de casa también lo
pasa mal. Mi hermano y yo estamos asustados, aún así no nos quejamos, cumplimos
con todo lo que nos dicen. Inventamos juegos, nos disfrazamos, usamos juegos
olvidados, camino por el pasillo con mamá, tomamos un refresco en la terraza,
hago una videollamada con los abuelos, la abuelita se emociona.
Pasan
los días, la COVID es cada vez más familiar a nosotros, se levanta el estado de
alarma, pienso que todo ha terminado pero es mentira, es la continuación de una
pesadilla…
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