Siempre que Wagner Fischer conduce por alguna autopista, se
fija en los animales atropellados.
Cuando era estudiante de posgrado en los noventa, Fischer
—ahora biólogo en la Universidad Federal de Mato Grosso del Sur— viajó por el
Pantanal de Brasil, un humedal tropical de agua dulce que se extiende por
340.000 kilómetros cuadrados: es el más grande del mundo. Desde su motocicleta
vio monos que se balanceaban en los árboles ubicados en el borde del camino y
roedores capibaras o carpinchos que dormían sobre el acotamiento. Iba en busca
de murciélagos pescadores, el tema de su investigación de posgrado. Sin
embargo, lo que lo dejó fascinado y consternado fue la masacre que presenció a
lo largo de la carretera: caimanes, anacondas, cigüeñas de cuello negro
llamadas jabirús e incluso un oso hormiguero gigante cuyo osezno, agarrado de
su lomo, aún seguía vivo.
Los secretos de Costa Rica detrás de un decorado de lujo
La principal arteria de la región, la BR-262, es un largo
tramo de asfalto que atraviesa una zona verdosa para comunicar las ciudades en
crecimiento de Campo Grande y Corumbá, a más de 400 kilómetros de distancia
entre sí. Fischer comenzó a tomar miles de fotografías y a registrar a las
especies muertas que había a lo largo de la carretera. Compartió sus resultados
inéditos con otros investigadores y con funcionarios de gobierno.
Finalmente lo ha hecho, dos décadas después. Su artículo,
publicado el 19 de octubre en la revista CheckList, un medio digital sobre
biodiversidad, es un recuento macabro. De 1996 al año 2000, Fischer contó 930
animales muertos que pertenecían a 29 especies de reptiles y 47 especies de
aves. El conteo de mamíferos, que registró aparte, se publicará pronto; incluye
más de 2200 ejemplares. Su estudio inicial, desde antes de que fuera publicado,
dio lugar a otras investigaciones similares y todas ellas confirmaron la conclusión
inicial de Fischer: para la fauna silvestre, la carretera BR-262 es la más
mortífera de Brasil y una de las más mortíferas del mundo.
La autopista surge casi de la nada entre los pantanos que la
rodean por lo que, según explica Fischer, “es una trampa para la fauna, que no
sabe del riesgo”.
Noticia de Alberto Córcoles, 1º C.
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