Mitos grecolatinos
El león había estado
aterrorizando los alrededores de Nemea, y tenía una piel tan gruesa que
resultaba impenetrable a las armas. Cuando Heracles se dirigía a cazar al león
se hospedó en casa de Molorco, partiendo después hacia la guarida de la fiera.
Cuando Heracles se enfrentó a
él por primera vez, usando su arco y sus flechas, un garrote hecho de un olivo
(que él mismo había arrancado de la tierra) y una espada de bronce, todas las
armas resultaron inútiles. La morada del animal tenía dos entradas: Heracles lo
azuzó hasta que el animal penetró en ella, taponó una de las entradas y
acorralándolo por la otra lo atrapó y lo estranguló.
Heracles llevó el cuerpo del
león a Micenas para
que lo viera el rey Euristeo, quien
elegía qué tareas debía cumplir el héroe en el camino de los doce trabajos.
Pero éste se asustó tanto que prohibió a Heracles volver a entrar a la ciudad,
y le ordenó que de ahí en adelante le mostrase el fruto de sus trabajos desde
fuera. Euristeo mandó a sus herreros que le forjasen una tinaja de bronce que
escondió bajo tierra, y en la que se refugiaba cada vez que se anunciaba a
Heracles, comunicándole sus instrucciones a través de un heraldo.
Heracles empleó horas
intentando desollar al león sin éxito. Por fin Atenea,
disfrazada de vieja bruja, ayudó a Heracles a advertir que las mejores
herramientas para cortar la piel eran las propias garras del león. De esta
forma, con una pequeña intervención divina, consiguió la piel del león, que
desde entonces vistió a modo de armadura, usando su cabeza como yelmo.
Hércules fue muy astuto e inteligente, al matar al león y al
saber cómo abrir su piel. Pero sus trabajos continuaban, no solo tenía que matar
al león, aún le quedaban once trabajos por cumplir, como matar a la Hidra de
Lerna y muchos más.
Enma Mondéjar García.
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