Cuenta la mitología griega que Prometeo, osado
Titán al que gustaba provocar la ira de Zeus, llevó a éste a tal punto de
cólera que terminó por quitar el fuego a los hombres. Esperaba así castigar
indirectamente a Prometeo, el cual se consideraba benefactor de la humanidad.
Pero Prometeo, al que gustaba presumir de astuto, entró sigilosamente en el
Olimpo, robó tan preciado tesoro del carro del dios Sol, sin perder tiempo
alguno, lo devolvió a los desamparaos mortales.
Zeus convencido de que debía
castigar tanta burla, mandó llamar Hefesto y le ordenó que creara una mujer de
arcilla. Una vez que estuvo terminada, le dio vida y la envió con Hermes, dios de los viajeros, ante Epimeteo, hermano
de Prometeo. Esta mujer, llamada Pandora y llevaba con ella una caja llena de
terribles malas que jamás debía de ser abierta, Prometeo intentó en vano que su hermano se alejara de
cualquier cosa que previniera de los dioses, pero Epimeteo se había enamorado
perdidamente y quiso desposarla.
Pandora, que había sido
creada con virtudes y también con grandes defectos, abrió la caja prohibida y
los males se extendieron por el mundo. Ya que Zeus había conseguido vengarse de
los hombres.
En cuanto a Prometeo, lo
mandó Zeus capturar para ser encadenado por Hefesto, dios del fuego y de los
metales forjados, a un alta montaña donde, cada jornada, un águila hambriento
le devoraría el hígado. Como era inmortal, el órgano le crecía de nuevo, así
que cada noche volvía tan cruel depredador a comérselo, con lo cual el
sufrimiento era inimaginable y eterno.
He aquí que Heracles, que
pasaba por allí rumbo al Jardín de las Hespérides, lo libere derribando al
águila con una poderosa flecha. Esta vez Zeus le pudo más orgullo por la hazaña
de su hijo Heracles que el rencor que anidaba en su pecho, así que no persiguió
más a Prometeo.
Eso sí, le obligó a llevar,
durante toda la eternidad, un anillo en el que se erigía un trozo de la roca a
la que tan terriblemente es tuvo encadenado.
Opinión personal
Quizá lo mejor de lo
que nos enseña la historia es en que aparte no de los defectos virtuales del
hombre, el rencor fue sellado en el corazón de Prometeo por el gran orgullo que
tuvo así que nos damos cuenta que no es fácil meterse con hombres que son muy
inteligentes. Nosotros como seres humanos muchas veces dejamos ese orgullo sin
tomarla en cuenta en nuestra vida, deberíamos hacer lo contrario en
enorgullecer y aceptar las cosa buenas y malas que hacemos.
Hamy Figueredo.
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