CORAZONES PERDIDOS
Este relato trata sobre
un niño llamado Stephen Elliott con once años que se queda huérfano y decide
irse a vivir con su primo, el señor Abney.
Cuando Stephen llegó a
su nueva casa el señor Abney lo acogió con mucha alegría, Stephen tenía muchas
preguntas sobre la casa de su primo e incluso de él, la señora Bunch le
contestaba gustosamente a todas esas preguntas.
Una noche Stephen se
encontraba sentado al lado del fuego con la señora Bunch y le preguntó si su
primo era bueno, la señora Bunch le respondió que sí, e incluso había acogido a
dos huérfanos más antes que a él, a un niño y a una niña. El ama de llaves le
contó todo lo que sabía sobre esos niños a Stephen, y que un día sin decir nada
los dos desaparecieron.
Esa misma noche Stephen
tuvo un sueño muy extraño, se encontraba en un pasillo y al fondo, donde se
encontraba su dormitorio, había un cuarto de baño. La puerta estaba cerrada,
pero tenía un cristal por el que se veía una bañera y en ella a una niña
delgada envuelta en una manta con sus manos en el lugar donde estaba su
corazón. Mientras Stephen la miraba ella empezó a gemir y a mover los brazos,
el terror despertó al niño de ese sueño y
cuando se levantó fue a mirar si su pesadilla era realidad, pero allí no
había nadie y volvió a su cama.
A
la noche siguiente, mientras Stephen jugaba, el señor Parkes, el mayordomo,
entró en la habitación y le dijo a la señora Bunch que si el señor Abney quería
vino que bajase él a la bodega, porque cuando él bajó escuchó unos ruidos
extraños, quería pensar que eran ratas, pero no lo parecían. Al oír eso Stephen
se asustó y le dijeron que era una broma, pero él sabía que no lo era.
Un
día el señor Abney le dijo a Stephen que quería hablar con él de un asunto
importante, en su despacho, a las once de la noche y le pidió que no se lo
contara a nadie.
Esa
misma noche al subir a su habitación Stephen echó un vistazo al despacho de su
primo y vio una parrilla, una copa de plata para el vino y unas hojas escritas.
Su primo sujetaba una cajita con incienso para la parrilla.
A
las diez de la noche Stephen estaba junto a la ventana de su cuarto, cuando iba
a cerrar la ventana vio dos figuras en el jardín, eran un niño y una niña, que
lo miraban. Él reconoció la niña de su
sueño, pero al niño no. En una rato las figuras desaparecieron y Stephen fue a
ver a su primo.
Cuando
llegó se encontró a su primo muerto con un agujero, sus manos estaban limpias,
no pudo ser él y la ventana estaba abierta, la policía pensó que había sido un
animal salvaje.
Años
más tarde Stephen descubrió la verdad sobre la muerte de su primo, porque
recibió una carta de la señora Bunch en la que decía : “Yo no lo sabía”. Junto
a la carta venían las páginas de un diario de su primo. Stephen empezó a
leerlas.”He descubierto el secreto de la vida eterna. Hay que sacrificar a tres
niños el primer día de primavera. Arrancarles el corazón mientras están vivos,
convertir los corazones en cenizas. Después hay que mezclarlos con vino y
beberlas”
“He matado a la niña y la
he escondido en el cuarto de baño. Y al niño, lo he enterrado en la bodega, el
último sacrificio será mi primo.”
Los niños que vio por la
ventana eran los niños a los que había sacrificado su primo.
Nerea Miguel Muñoz. 1º C.
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