martes, 15 de septiembre de 2020

 TEXTO SOBRE LA COVID-19

Antonio Rodenas González 

Gracias a la enfermedad que nos confinó en mitades de marzo, no solo la economía y el desarrollo de países se vieron interrumpidos sino que la educación presencial (la asistencia a centros de educación) también tuvo el mismo trágico final, teniendo así que continuar las clases desde casa. Esto produjo en muchos casos un descenso de nivel de aprendizaje, mientras que las calificaciones no variaban demasiado respecto a las anteriores, y si la nota cambiaba jamás podría llegarse a suspender, lo cual hizo que gente que no había aprobado la asignatura presencialmente y que no tenía el nivel y conocimiento permitidos para aprobarla, la superase con un nivel aún menor. Es un hecho que esto benefició a muchos, pero también perjudicó a una minoría, que se vio afectada por tormentas de trabajos y vídeos,  llamadas y unos profesores escasamente preparados que hasta en algunas ocasiones no revisaban el trabajo que nos mandaban, calificando así con la mínima nota de 5.

 Estrés continuo y horas pegado en frente del ordenador tan solo observando hasta que recibieras una tarea más que hacer, trabajo que en la mayoría de casos fue reconocido, pero gente que no había realizado dichas tareas fueron aprobados igualmente. 

En mi caso no puedo quejarme, pues opino que hubo un claro exceso de trabajos, tareas, llamadas e incluso exámenes, pero que ese trabajo fue reconocido y premiado con altas notas y hasta con mensajes de felicitación de parte de algunos profesores, que en algunas ocasiones te hacían un mundo y te motivaban a seguir adelante. 

Después de que el auge decreciera y se acercara el verano, nadie sabía qué hacer con la educación en este país, pero ya desde ese momento se había pensado ya la idea de regresar a las clases presenciales.

 Ahora, de vuelta a las clases presenciales, se teme un nuevo confinamiento debido a la segunda ola de Coronavirus, un confinamiento debido en parte a los irresponsables que hacen fiestas sin las medidas de seguridad y a cantantes españoles de los ochenta que se les ha subido la droga a la cabeza y se manifiestan contra el uso de la mascarilla. Pero bueno, esperemos que la señora justicia vuelva de las largas vacaciones que parece se está tomando. 

En los centros (al menos en el que yo pertenezco) todo se ha vuelto un caos, y hay hipocresías, como que un profesor pueda quitarse la mascarilla en clase y luego echar la bronca a los alumnos de que no cumplen las normas de higiene básicas. Las medidas de seguridad intentan ser efectivas, y en algunos aspectos lo son, pero no pueden pedirnos que hagamos ciertas cosas inútiles (traernos una bayeta de casa para que si tenemos el virus lo llevemos al centro o llevarlo nosotros del centro a casa). Pero en general por muy buenas que las medidas sean (y no me quejo de ellas pues me parecen la mayoría más que correctas) algún fallo habrá, alguien se contagiará y así con los demás y así estaremos hasta que no se encuentre una vacuna. Respecto a la educación, tal y como yo la veo, es la base de toda persona y hasta del país, es normal quejarse del cierre de empresas privadas y de la mala economía que existe, pero si no recibimos una buena educación, no habrá una generación que de más dinero, yo me quejo de eso.

 Este virus lo frenaremos entre todos. 

Tan solo esperamos que la educación telemática de este nuevo confinamiento (si es que se llega a implantar: lo más seguro es que sí) supere el obvio fracaso de la educación impartida en el primer encierro y que se acerque al menos a la presencial, aunque sabemos que igualarla es imposible. 

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