lunes, 23 de septiembre de 2019


La sombra del águila
Por Miguel Espinoza Díez

“Entonces, habrá nazis, ¿no?” Fue lo que pensé al ver el título del libro que vengo a comentar hoy. Como buenos conocedores de la dictadura de Franco que somos los españoles, es bastante común que cuando le preguntas sobre águilas a un post-millennial como soy yo, inmediatamente le venga la imagen (inconscientemente por supuesto) del águila en posición magistral que tanto llenó las calles de los países con gobiernos fascistas durante el siglo xx. Obviamente no estamos en Apocalypse Now, así que no tenemos flashbacks inquietantes sobre lo que fue la guerra para nosotros, pues ni llegamos a vivirla, pero si tenemos constancia de que existió y existe tal ideología. Pero el libro se basa en la campaña napoleónica de Rusia en el año 1812, por lo que los bigotes en esta historia serán más grandes y bastante engominados.
El libro fue escrito por Arturo Pérez-Reverte, por lo que me esperaba suspense, humor, sangre y palabrotas que, si algún día llego a utilizar, la gente no las entendería o se reiría de mí preguntándome si había venido de un pasado muy muy lejano.
Lo más interesante (al menos según mi criterio) es que el libro está basado en una historia real, por lo que esta historia, que podría calificarse de ficción, te pone a meditar sobre cómo las personas, bajo situaciones tan extremas, son capaces de pensar tales opciones, esperando un resultado agradable para todo el mundo.

Estamos hablando del batallón 326 de infantería del ejército francés, que de francés tiene lo mismo que tiene Steve Jobs de comunista.
Es un batallón de antiguos prisioneros españoles a los que les dieron la oportunidad de enlistarse al ejército, como una manera de cumplir su condena, pues recordemos que (también) estamos en medio de la guerra de la independencia española.
Los acontecimientos se sitúan exactamente en Sbodonovo, un pueblecito ficticio no muy lejos de Moscú. No cabe duda de que Pérez-Reverte está hablando de la batalla de Borodinó, donde realmente ocurrieron estos hechos. Lo fundamental de este suceso es lo que intenta hacer este batallón al ver lo difícil que se está volviendo la lucha. Rendirse y entregarse al enemigo. Muchos lo tomarán como un acto cobarde, pero teniendo en cuenta cómo era el trato de los franceses hacia estos, añadiendo por supuesto que llevaban unos años con un rey impuesto en su querida patria, los rusos posiblemente serían unos carceleros preferibles a los franceses a los que vulgarmente se refieren como “gabachos”. Su plan consiste en acercarse lo suficiente a las líneas enemigas y levantar las manos como símbolo de rendición. Es un plan arriesgado, pero la mayoría lo prefería a estar bajo órdenes de “El Enano”. Dicho y hecho, bajo las órdenes del Capitán García el batallón se dirige hacia los rusos. Napoleón se percata del movimiento del batallón hacía líneas enemigas, pues observa la batalla desde lo alto de una colina. Lo que los lectores no esperamos es que Napoleón interprete mal las intenciones del batallón, calificándolos como “hijos suyos y de la patria francesa”. Tal fue la subida de adrenalina del comandante, que mandó a uno de sus generales con todos los soldados bajo su mando a proteger a los bravos españoles. Personalmente, como lector veterano de Editorial Bruguera, el resultado de esta situación me parece digna de un tebeo de Mortadelo y Filemón. Los Iván, asustados por el gran número de soldados que se dirige hacia ellos, más los españoles exclamando “Vaspaña” tan alto como pueden, se asustan y reagrupan filas hacia atrás, siendo así el pueblo tomado por los franceses. La cara de perplejos de los españoles y la incomodidad de la situación la dejaré a imaginación vuestra, pues es tan largo que dedicaría un párrafo entero para explicarlo. Al llegar a Moscú condecoran al batallón español y les asignan hacer guardia en el Kremlin, no sin antes dejarles saquear la ciudad un poco. Durante esa noche Napoleón los visita y les aclara que se ha dado cuenta de las intenciones que tenía el batallón realmente. Asustados por lo que pueda pasar, el batallón emprende un muy duro regreso hacia su madre patria, a través de la blanca Rusia. Varios se quedan por el camino, pues no tienen recursos, el frío es extremo y sus zapatos están más desechos que una camiseta de 5 euros después de ser metida en la lavadora, pero finalmente consiguen llegar a su tierra, con la esperanza de recuperar sus anteriores vidas. Por último ¿a qué viene el título? Simplemente es como describe Napoleón a su ejercito durante aquella batalla, una gran águila que se postra sobre el enemigo con intención de ampliar aquel imperio tan poderoso que finalmente fue derrotado y expulsado a través del río Niemen.


La lectura. Una costumbre anticuada

En mi experiencia dentro del sistema educativo, nunca ha faltado un compañero de clase que se refiera a la lectura como algo “de viejos”, aburrido, de frikis o cualquier adjetivo calificativo que deje la lectura como algo inútil, a lo que ya no hay que mostrar interés alguno. Y por raro que parezca, los entiendo.
Yo he tenido la gran suerte de ser educado en una familia lectora, mis padres leen mucho y pues, los hijos no íbamos a ser menos. Señalo este hecho muy humildemente, pues no por esto me creo mejor que nadie, tan solo remarco que mi visión hacia la lectura ha sido moldeada por esta situación.
La lectura es algo que ha logrado clasificar entre sí a los seres humanos, pues antaño tan solo la gente poderosa y con dinero se podía permitir el lujo de aprender a leer y comprar libros. Después de que al proletariado nos tomarán un poco más en serio a finales del siglo XVIII e instauraran la educación como pública en el XIX, la alfabetización ha aumentado en los ciudadanos muy considerablemente desde entonces, llegando a ser una de las primeras cosas que se le enseña a un niño: leer.
Los libros siempre han sido la cuna del saber, la manera de aprender sobre todo: Historia, lenguas, Matemáticas, Biología y un largo etcétera. Las bibliotecas se han considerado siempre fundamentales en una ciudad o pueblo. Allí se acapara casi toda la información a la que nosotros podemos acceder. ¿Necesitas hacer un trabajo sobre las focas para el colegio? Dirígete a la biblioteca. ¿Quieres leer algún que otro libro como modo de entretenimiento? Ve a la biblioteca. Estas costumbres han permanecido intactas hasta hace poco, cuando a finales del siglo xx se desarrolló lo mejor y a la vez, lo peor que ha podido pasarle al ser humano: el Internet.
De un día para otro podías acceder a toda la información existente en el mundo desde tu casa y en cuestión de segundos. Ahora podías consultarlo todo sin la necesidad de salir de tu casa y exponerte al mundo real. Puedes aprender sobre las focas en la Wikipedia, ver vídeos relacionados en Youtube y hablar a tiempo real con millones de personas sobre el mismo tema a través de los foros. Realmente es la más compleja herramienta creada que abriría las puertas del conocimiento aún a más personas que los libros. Pero como decía el tío Ben: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Nos hemos acomodado demasiado a estas máquinas (yo el primero) porque nos hacen la vida más fácil y como he dicho antes, nos aleja del mundo real, el cual da miedo, es difícil y nos puede llegar a ofuscar enormemente. Pero en Internet es distinto. Ahí tienes un perfil en el cual la gente sube fotos de sus viajes, sus emociones (ya sean buenas o malas), comparte memes y enlaces a supuestos métodos que te harán adelgazar 10 kilos en una semana. Allí todo es perfecto. Tú decides qué quieres ver y qué no, puedes perderte en la sección de tendencias de ciertas redes sociales o ser un miembro importante de un foro online que tenga los mismos gustos o ideas políticas que tú. Eso nos ha vuelto analfabetos de nuevo, pues al solo consumir lo que queremos, nos deja un vacío muy grande que, o se rellena pronto, o tendrá consecuencias devastadoras en el futuro. Para que os hagáis una idea de por dónde quiero ir, pongamos este ejemplo: imagina una persona que pasa toda su niñez, adolescencia y parte de su vida adulta encerrado en una habitación cuadrada de color azul, vestido enteramente de blanco, con una silla y una mesa en medio. Ahora libera a esa persona, sacándola simplemente a la calle, con los edificios, los ruidos de los coches, la gente que va de paso y lo más importante: la gran variedad de colores que se abre delante de sus ojos. ¿Os dais cuenta de por qué al principio dije que entendía a esos compañeros que criticaban la lectura? A las personas que hemos nacido a finales de los 90 y en la década de los 2000 se nos conoce como “nativos digitales”, pues ya nacimos con este “lugar feliz” creado del que os hablo. Esos compañeros que critican la lectura, son la persona encerrada en el cuarto azul.
Para mí el leer es algo muy importante, pero debido al Internet y todos los problemas que arrastra un adolescente medio, le echo mucho menos tiempo del que me gustaría. Los libros nos ayudan a tener una buena ortografía, a controlar un vocabulario extenso, a tener una buena comprensión lectora y a una cosa que el Internet no puede hacer siempre: nos lanza directamente a la cultura. Nosotros, como seres humanos en crecimiento, deberíamos centrarnos en leer, pues nos ayuda a comprender cómo era, es y posiblemente sea el mundo. No estoy diciendo que nos pongamos a leer El Buscón, pero echarle un rato a leer una historia, nos entretiene y nos educa la mayoría de las veces correctamente.
Eso sí, los libros ya no los podemos percibir como antes, pues la sociedad ha cambiado considerablemente en todos los aspectos, así que si a las juventudes no nos interesa leer de vez en cuando, en vez de plantarnos el libro en la cara, esperando que todos le demos el mismo valor, cambiad la manera de percibir la lectura, pues no todos los cambios tienen que tener una parte mala.






 

Mi biblioteca personal

En la estantería en la que guardo los libros tengo diferentes colecciones que me han ido gustando (algunas han llegado a marcar alguna etapa de mi vida, pues al recordar esos años lo primero que pienso es en esos libros) a lo largo de mi corta etapa en la Tierra. Aquí explicaré cómo la tengo dividida y hablaré un poco sobre los libros o colecciones más importantes para mí.
Me acuerdo que todavía era muy pequeño cuando empecé a “leer” los tebeos que tiene mi abuela en el salón de su casa. He puesto leer entre comillas pues para entonces no sabía muy bien leer, pues era muy pequeño, pero me gustaba mucho ver los dibujos de tiras tan famosas como el Capitán Trueno. Cuando tuve edad suficiente, empecé a devorar esos libros, pues la verdad me encantaban las historias.
La colección a la que más cariño le tengo se basa en esta historia, pues fue una serie de recopilaciones de estos tebeos que el periódico sacó hace casi 10 años. Algunos están hasta rotos, pero porque mis hermanas y yo nos habremos leído al menos 10 veces cada libro. “Zipi y Zape”, “13 Rue del Percebe”, “Mortadelo y Filemón” y “Rompetechos” son los más destacables.
Llegó un momento en el que quería leer cosas un tanto diferentes, pero sin irme de esta línea del humor en la que tan cómodo estaba mi yo de 7 años. Creo que fue mi padre el que me dio el primer número de Gerónimo Stilton. El título era: Mi nombre es Stilton, Gerónimo Stilton”. “Muy creativo” pienso, ahora que rememoro esos días, pero me tuvieron encandilado durante bastantes años. El problema es que de esta colección solo tengo unos pocos y no sé qué le ha pasado al resto (pues tenía muchos) pero bueno, al menos me queda el recuerdo de lo feliz que estaba cuando anunciaban en algún sitio que acababan de sacar la nueva parte de mi saga preferida de este personaje: “Viaje en el tiempo”.
No voy a hablar mucho de Tintín, pues no necesita presentación, pero si señalaré que fue el puente a leer libros de letra pequeña, pues era un formato de aventuras ya un poco más maduro. Y mucho menos de Astérix y Obélix, los galos más valientes del año 50 a.c. y que le dieron tantos dolores de cabeza a Julio César.
La última colección de la que hablaré es “Diario de Greg”. Cuando Jeff Kinney  juntó humor, vida diaria y un poco el estereotipo americano, enganchó a 16 millones de personas alrededor del globo, obviamente entre ellas estaba yo, con 10 años, comprando todo libro nuevo de la saga y entiendo por qué. En esa época estaba terminando el colegio y ver cómo Greg me hacía darle un punto de vista más animado, pues me lo pasaba muy bien.
Obviamente tengo libros más serios como “El Principito”, “Ardenas 44” y “Núbilus”, pero estos son el tronco de mi biblioteca, mi vida de lector y del entretenimiento que tuve en aquellos fríos inviernos.

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