viernes, 6 de junio de 2014


EL VILLANO EN SU RINCÓN


AUTOR.

El villano en su rincón es una obra de teatro del dramaturgo español Félix Lope de Vega, publicada por primera vez en 1617, si bien se data su composición entre 1611 y 1616.
Está estructurada en 3 actos.
Félix Lope de Vega y Carpio fue uno de los más importantes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español y, por la extensión de su obra, uno de los más prolíficos autores de la literatura universal.
El llamado Fénix de los ingenios y Monstruo de la Naturaleza (por Miguel de Cervantes) renovó las fórmulas del teatro español en un momento en el que el teatro comenzaba a ser un fenómeno cultural de masas. Máximo exponente, junto a Tirso de Molina y Calderón de la Barca, del teatro barroco español, sus obras siguen representándose en la actualidad y constituyen una de las más altas cotas alcanzadas en la literatura y las artes españolas. Fue también uno de los grandes líricos de la lengua castellana y autor de muchas novelas.
De sus obras dramáticas destacan, si bien en toda obra de Lope siempre hay alguna escena que delata su genialidad, un par de docenas, entre las que se encuentran Peribáñez y el comendador de Ocaña (1610), Fuenteovejuna (1612-1614), La dama boba (1613), Amar sin saber a quién (1620-1622), El mejor alcalde, el rey (1620-1623), El caballero de Olmedo (1620-1625), El castigo sin venganza (1631), El perro del hortelanoEl villano en su rincónEl duque de Viseo o Lo fingido verdadero.
ARGUMENTO.

Lope basa el argumento de esta obra en la vida humilde, serena y en plenitud de Juan Labrador, plebeyo rico que acumula todas las cualidades que se podían exigir a un buen vasallo de la España imperial. En su felicidad, incluso tiene ya redactado el epitafio de su muerte. Al saberlo, el Rey decide conocerlo y visitar al villano en su rincón. De este modo, Lope confronta a sus dos personajes protagonistas, en un proceso de aleccionamiento mutuo que nos cuenta mucho acerca del funcionamiento del poder y de la vida y costumbres sociales en el Siglo de Oro.  
Como ya se ha señalado antes, la vida de Juan Labrador constituye el eje del desarrollo de la trama en esta obra. El vive en su finca grande y próspera, con sus dos hijos y todos sus criados en las afueras de París. En cuanto nos adentramos en la comedia, tenemos noticia de la resolución tan firme como desconcertante que Juan ha tomado de de no ver a su rey. Es tan firme que la hace grabar muy claro, junto con otras frases lapidarias a modo de epitafio en su futura tumba. Un día el rey va de caza por aquellos lugares. Mientras Juan se esconde por no verle, el rey va a la iglesia y lee el epitafio de la tumba de Juan.
El rey, sorprendido ante el texto de la lápida, pregunta a quién va destinado. Al enterarse de que el que ha de yacer bajo la lápida está vivo, decide poner todos los medios para conocerlo. En rey se disfraza y se presenta en la finca de Juan fingiendo ser un caballero de la corte de París y ocultando que es el rey. Juan no le reconoce, y fiel a su ideal aldeano, le ofrece generosamente todos sus servicios. A lo largo de la velada logra decirle repetidas veces que quiere servir al rey, pero que no quiere verlo. La comedia concluye con que Juan es llamado a la corte para servir al rey hasta el fin de sus días. Hay una acción secundaria paralela a la principal: la hija de Juan se casa con un cortesano y se va a vivir a la corte.

PERSONAJES.
  • LISARDA, labradora
  • BELISA
  • COSTANZA
  • OTÓN, caballero
  • FINARDO
  • MARÍN, lacayo
  • El REY de Francia
  • La INFANTA, su hermana
  • El ALMIRANTE
  • JUAN Labrador
  • FELICIANO, labrador
  • FILETO, labrador
  • BRUNO, labrador
  • SALVANO, labrador
  • TIRSO, labrador
  • Un ALCALDE
  • MÚSICOS
  • VILLANOS
  • CRIADOS
  • ENMASCARADOS
DATACIÓN.
El villano en su rincón fue publicada en 1617, en la Séptima parte de las comedias de Lope. José Fernández Montesinos, en 1926, señaló que la obra tuvo que componerse entre los años 1611 y 1616.
Joaquín Casalduero señaló que la obra mostraba el influjo de La fábula de Polifemo y Galatea de Góngora, que no se difundió hasta finales de 1612 o principios de 1613.
Marcel Bataillon en un influyente artículo de 1949 sostuvo, al percibir una alusión a las bodas franco-españolas pactadas entre los reyes Felipe IV y Luis XIII, que culminaron en 1615, que la obra había de datarse entre febrero de 1614 (pues el Almirante de la comedia de Lope remitiría al Duque de Sessa, de quien el dramaturgo era secretario, que había conseguido un almirantazgo en esa fecha) y el 25 de octubre de 1615, fecha en que se frustró la posibilidad de que el Duque de Sessa presidiera el cortejo que acompañaría a la corte española hasta la frontera, donde se intercambiarían los respectivos desposados Isabel de Borbón, que casaría con Felipe IV, y Ana de Austria, que contraería matrimonio con Luis XIII.
Finalmente, Joaquín de Entrambasaguas, en 1961, postuló que lo más probable es que la comedia se escribiera a comienzos de 1616, una vez asentados los recuerdos de aquel viaje en que Lope sirvió su señor, que acompañó al cortejo real.

ANÁLISIS.
La moraleja final es que hay que concertar todos los elementos de la sociedad. Así como el amor iguala a Otón y a Lisarda, pese a la desigualdad de sus orígenes sociales (cuyo movimiento inicial lo lleva a cabo Lisarda al acudir a la corte al comienzo de la obra), el rey y sus vasallos deben vivir en armonía, y la negativa de Juan Labrador a ver al rey la rompe, por lo que el propio monarca se ve obligado a descender al ámbito villano para restablecerla yendo él en persona a visitarlo, aunque en su primer encuentro este no sepa que está viendo al rey; lo cual desmiente otra de las premisas que el labrador grabó en su epitafio antes de morir: «ni vio la corte ni al Rey» (v. 737).

Obras inspiradas en El villano en su rincón.

  • Juan de la Hoz y Mota, El montañés Juan Pascual, 1709.
  • Robert Dodsley, The King and the Miller of Mansfield, 1737. 'El Rey y el molinero de Mansfield'.
  • Michel-Jean Sedaine, Le roi et le fermier, 1762. Comedie en trois actes. 'El rey y el granjero. Comedia en tres actos'.
  • Charles Collé, La partie de chasse d'Henri IV, 1762. 'La partida de caza de Enrique IV'.
  • Carlo Goldoni, Il re alla caccia, Venezia, Bassanese, 1763. (Ópera bufa). 'El rey de caza'.
  • Friedrich Halm, König und Bauer, 1842. 'El rey y el villano'.
  • Antonio García Gutiérrez (letra) y Emilio Arrieta (música), La cacería real, 1854. Zarzuela en tres actos.



FRAGMENTO DEL PRIMER ACTO.


LISARDA y BELISA, en hábito de damas. 
Detrás, OTÓN, FINARDO y MARÍN
BELISA:           ¿De esto gustas?
LISARDA:                           De esto gusto.
BELISA:        ¡Qué notable inclinación!
OTÓN:          Casadas pienso que son.
FINARDO:       No te resulte disgusto;
                  que en el hábito parecen                
               gente noble y principal.
OTÓN:          Talle y habla es celestial.
               Juntos matan y enloquecen.
                  Mas si el ánimo faltara,
               ¿qué ocasión no se perdiera?   
LISARDA:       Si bien no me pareciera,
               ninguna joya tomara;
                  que lo mayor para mí
               es el buen talle del hombre.
BELISA:        Por mi fe que es gentilhombre.                    
FINARDO:       ¿Volverás a hablarla?
OTÓN:                                 Sí.
LISARDA:          ¡Con qué estilo tan galán
               tantas joyas me compró!
BELISA:        Habla bajo, porque yo
               pienso, Lisarda, que van                          
                  siguiendo nuestras pisadas.
LISARDA:       Eso me ha dado temor.
BELISA:        Vuelve muy aprisa Amor
               por las prendas empeñadas.
LISARDA:          Todo lo que éste me ha dado,            
               de opinión ha de perder,
               si agora viene a saber
               la calidad de mi estado;
                  mas podrélo remediar
               con darle una prenda yo                           
               que valga más.
BELISA:                       Eso no.
OTÓN:          Quiero, Finardo, llegar.
 
A LISARDA
A mucha descortesía,
               hermosa dama, tendréis,
               y apostaré que estaréis             
               descontenta de la mía
                  porque sirviéndoos vengo
               y que una vez vuelvo a hablaros.
LISARDA:       Yo me holgara de obligaros
               por el peligro que tengo,                         
                  señor, a que me dejéis,
               cierto de que en el lugar
               donde hoy me visteis llegar,
               muchas veces me veréis;
                  y para satisfacción                     
               de que no os digo mentira
               --porque no sabe quien mira
               las más veces la intención--
                  esta sortija tomad.
OTÓN:          Por prenda vuestra la aceto,                      
               y no seguiros prometo,
               si no es con la voluntad.
                  No os espante el ver que siga,
               pues el alma me lleváis,
               ni el ver, pues ya me dejáis               
               que esto tan aprisa os diga;
                  que sabe el cielo que es fuerza,
               y que no he podido más.
LISARDA:       El noble que ama, jamás
               hizo a lo que quiso fuerza.                       
                  Esto espero yo de vos,
               pues vuestra nobleza es llana;
               que aquí me veréis mañana.
               Y quedaos con Dios.
OTÓN:                              Adiós.
LISARDA:          Yo os juro que, si os agrado,                  
               que de vos lo voy también,
               y que procediendo bien,
               os doy amor por cuidado.
OTÓN:             Yo no pasaré de aquí
               satisfecho que os veré.                    
LISARDA:       Pues yo de aquí pasaré
               si vos me obligáis ansí.
OTÓN:             Digo que vais en buena hora.
LISARDA:       Satisfecha voy de vos.
OTÓN:          Id con Dios.
LISARDA:                      Quedad con Dios.                   
 
Vanse ellas
FINARDO:       ¿Qué tenemos?
OTÓN:                         Que es señora
                  de gran calidad, sin duda.
FINARDO:       Lindamente os ha engañado.
OTÓN:          Yo me doy por bien pagado,
               que eternamente acuda                             
                  donde dice que vendrá.
FINARDO:       ¿Qué te parece, Marín,
               de éste, tu señor?
MARÍN:                             Que en fin
               tras sus antojos se va.
                  ¿Qué bestia le hubiera dado        
               tantas joyas a mujer
               sin coche, silla, o traer
               sólo un escudero al lado?
OTÓN:             No la pensaba seguir...
               La palabra me tomó...                      
               pero perdonad, que yo
               os tengo de ver mentir,
                  y me habéis de confesar
               que soy más cuerdo, aunque poco.
               Parte, por gusto de un loco,                      
               Marín, hasta verla entrar
                  en la casa donde vive.
               ¿Qué miras?  Véla siguiendo.
MARÍN:         Voy tras ella, porque entiendo
               que ya Finardo apercibe                           
                  la vaya que te ha de dar.
OTÓN:          No hará, por vida de Otón;
               que yo sé que es ocasión
               para podella envidiar.
 
Vase MARÍN
FINARDO:          Fingís estar engañado            
               por que no os tenga por necio.
OTÓN:          Para mí no tiene precio,
               Finardo, un término honrado.
FINARDO:          ¡Término honrado es tomar
               más de trescientos escudos                 
               de joyas de oro!
OTÓN:                          A los mudos
               haréis, porfïando, hablar.
                  No os lo pensaba decir.
               ¿Conocéis piedras?
FINARDO:                           Muy bien.
OTÓN:          ¿Puede ser que a un hombre den               
               la que puede competir
                  con una estrella del cielo,
               mujeres de poco honor?
FINARDO:       Ésta tiene gran valor.
OTÓN:          Que son señoras recelo.                    
FINARDO:          Piedra es ésta que me admira.
OTÓN:          Es un gentil diamante.
FINARDO:       Pero la luz no os espante,
               porque mil veces se mira
                  tan bien labrado un cristal                    
               que aun engaña a quien lo entiende.
OTÓN:          Ya vuestro temor me ofende.
               Todo lo juzgáis a mal.
FINARDO:          Hay seis o siete maneras
               de mujeres pescadoras,                            
               que andan, Otón, a estas horas
               por estas verdes riberas.
                  Una sale con rigor
               que no se ha de destapar,
               porque en viéndola, no hay dar             
               una blanca de valor.
                  Ésta, fïada en el pico,
               dos melindres y un enfado,
               y algo de un ojo rasgado
               que encubre nariz y hocico,                       
                  pesca de sólo su anzuelo
               camarones, pececillos, 
               guantes, tocas y abanillos
               del boquirrubio mozuelo.
                  Otra sale con su manto                         
               como barba hasta la cinta;
               que por lo casto se pinta
               de lo que aborrece tanto.
                  Pesca un barbo boquiabierto,
               de estos que andan a casarse,                     
               que piensan que han de toparse
               con un tesoro encubierto;
                  lleva arracadas y cruces.
               Otra sale a lo bizarro,
               tercia el manto con desgarro,                     
               y anda el rostro entre dos luces.
                  Ésta viene más fïada
               en la cara bien compuesta,
               descubierta a la respuesta,
               y, cuando pide, tapada,                           
                  pesca un delfín a caballo,
               que se apea a no lo ser;
               cuerdo digo al mercader,
               que sabe bien castigallo,
                  y quédalo por la pena.                  
               Otra veréis cuyo fin
               es dar un nuevo chapín,
               que aquella mañana estrena.
                  Acuden a la virilla
               de plata resplandeciente,                         
               mil peces de toda gente;
               y ella salta, danza y brilla.
                  Pesca medias y otras cosas.
               Dice que vive, a diez hombres,
               en calles de treinta nombres.                     
               Otras hay más cautelosas,
                  de estas de coche prestado.
               Pescan un señor seguro,
               llevan diamante, oro puro,
               que se cobra ejecutado.                           
                  Hay a la noche bujías,
               pastilla, esclavilla y salva;
               y vase a acostar al alba,
               después de seis gracias frías
                  y un poquito de almohada.                      
               Otras hay que andan al vuelo.
               No penen cebo al anzuelo
               ni van reparando en nada
                  porque son red barredera
               de los altos y los bajos.                         
               Éstas pescan renacuajos,
               mariscando la ribera,
                  porque llevan avellanas,
               duraznos, melocotones,
               huevos, sardinas, melones,                        
               besugos, peras, manzanas,
                  y zarandajas ansí.
               De éstas ya habréis escogido
               lo que vuestra dama ha sido;
               que yo lo sé para mí.               
OTÓN:             Paréceme discreción
               de apretante cortesano.
               ¡Qué enfadoso estáis!
FINARDO:                           Es llano
               diciéndoos verdad, Otón.



ALBA PARICIO BAUTISTA 1ºCTC











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