martes, 5 de noviembre de 2013

Cantar del mio Cid. El cantar de las bodas.


Tirada 99

El rey sale a recibir a los del Cid
Envidia de Garci Ordóñez

Alegre se puso el rey como nunca visteis tanto,
mandó cabalgar a prisa a todos sus fijosdalgo,
y el rey fue de los primeros que montaron a caballo
por recibir los mensajes que le manda el bienhadado.
Los infantes de Carrión también allí se encontraron
y ese conde don García, del Cid enemigo malo.
Aquello a los unos place y a los otros va pesando.
A la vista tienen ya a los del Cid bienhadado,
un ejército parecen, no semejan enviados,
el rey don Alfonso al verlos estábase santiguando.
Minaya y Pedro Bermúdez son los primeros llegados,
los dos echaron pie a tierra, se apean de los caballos.
Delante del rey Alfonso, con los hinojos hincados,
los dos besaron el suelo, los pies al rey le besaron.
"Merced, merced, rey Alfonso señor nuestro tan honrado,
en nombre de Mío Cid este suelo y pies besamos,
a vos tiene por señor, llámase vuestro vasallo.
Mucho aprecia Mío Cid la honra que le habéis dado.
Pocos días ha, señor, que una batalla ha ganado
contra ese rey de Marruecos que rey Yusuf es llamado:
a cincuenta mil guerreros los ha vencido en el campo,
inmensas son las ganancias que en la lucha se sacaron,
en ricos se han convertido allí todos sus vasallos;
estos caballos os manda, rey, y os besa las manos".
Dijo entonces don Alfonso: "Recíbolos de buen grado.
Agradezco a Mío Cid este don que me ha enviado.
Espero que llegue el día en que por mí sea premiado".
Esto a muchos les plació y besáronle las manos.

Al conde García Gómez mucho aquello le ha pesado,
él y diez parientes suyos allí a un lado se apartaron.
"Es maravilla del Cid que su honra crezca tanto;
con la honra que él se gana estamos muy afrentados.
¡Qué fácilmente que vence reyes moros en el campo,
como si estuvieran muertos él les quita sus caballos!
Raro sería si de esto no nos viniera algún daño".

Tirada 100

El rey muéstrase benévolo hacia el Cid

Entonces estas palabras fue el rey Alfonso a decir:
"A Dios y a San Isidoro agradezco este gentil
don de doscientos caballos que me envía Mío Cid.
Mientras que mi reino dure mejor me podrá servir.
A vos, Minaya, y a vos, Bermúdez, que estáis aquí,
mandaré que se os dé ricamente de vestir,
y todas las buenas armas que vos quisiereis pedir,
por que lleguéis más apuestos delante de Mío Cid.
Tres caballos os regalo, podéis cogerlos de aquí.
Contento estoy y ya oigo una voz dentro de mí
que me dice que estas cosas han de parar en buen fin".

Tirada 101

Los infantes de Carrión piensan casar con las hijas del Cid

Ya le besaron las manos y se entran a descansar,
manda el rey darles de aquello de que hayan necesidad.
Ahora de los dos infantes de Carrión os quiero habla;
en pláticas reservadas y misteriosas están.
"La prosperidad del Cid muy para adelante va,
le pediremos sus hijas para con ellas casar,
se crecerá nuestra honra y así podremos medrar".
Y allí con estas razones al rey Alfonso se van.

Tirada 102

Los infantes logran que el rey trate el casamiento
El rey pide vistas con el Cid
Minaya vuelve a Valencia y entera al Cid de todo
El Cid fija el lugar de las vistas

"Esta merced os pedimos, a vos, el rey y señor:
queremos, si esta demanda tiene vuestra aprobación,
que nos pidáis a las hijas de Mío Cid Campeador,
casar queremos con ellas, honra será de los dos".
El rey Alfonso un gran rato meditando se quedó:
"Yo he echado de esta mi tierra al buen Cid Campeador,
trabajé yo por su mal y él por mi bien trabajó,
y no sé si el casamiento querrá aceptármelo o no,
mas ya que vos lo queréis hablemos de la cuestión".
A Álvar Fáñez de Minaya y a Bermúdez, a esos dos
mensajeros de Ruy Díaz, el rey entonces llamó,
y a un aposento cercano con ellos dos se apartó.
"Minaya y Pedro Bermúdez, escuchad esta razón:
Muy bien que me está sirviendo Mío Cid Campeador,
y como él se lo merece le concederé perdón;
que venga a verse conmigo, si gusta, vuestro señor.
Otras novedades hay en esta mi corte, y son
que don Diego y don Fernando, los infantes de Carrión,
con las hijas de Mío Cid quieren casarse los dos.
Llevad vos este mensaje, que así os lo ruego yo,
decídselo de mi parte al buen Cid Campeador.
A honra lo habrá de tomar, que irá ganando en honor,
si por bodas emparienta con infantes de Carrión".
Habla Minaya, a Bermúdez muy bien que le pareció:
"Al Cid se lo rogaremos cual lo habéis mandado vos
y después el Cid que haga lo que tenga por mejor". "
Decid a Rodrigo Díaz el que en buenhora nació
que en sitio que a él le convenga podremos vernos los dos
y en el lugar que designe será nuestra reunión.
En aquello que yo pueda ayudarle quiero yo".
Los mensajeros del Cid al rey le dicen adiós,
y Minaya con los suyos hacia Valencia marchó.
Cuando supo que venía, el buen Cid Campeador
a prisa monta a caballo, a recibirlos salió,
sonreía Mío Cid y mucho los abrazó.
Dijo Rodrigo: "Álvar Fáñez, Pedro Bermúdez, ¿sois vos?
En pocas tierras se encuentran varones como estos dos.
¿Cuáles noticias me manda don Alfonso, mi señor?
¿Está contento de mí? ¿No quiso aceptarme el don?"
Dijo Minaya: "Lo acepta con alma y con corazón.
Muy satisfecho se queda y os vuelve a su favor".
Dijo Mío Cid entonces: "Gracias, gracias, Creador".
Y luego los mensajeros le transmiten la razón
de que le rogaba Alfonso, rey de Castilla y León,
de que a sus hijas las casase con infantes de Carrión,
que con eso habrá de honrarse y de subir en honor;
así lo aconseja el rey con el alma y corazón.
Cuando lo oyó Mío Cid, aquel buen Campeador,
un rato muy dilatado pensativo se quedó:
"Mucho le agradezco esto a Cristo, Nuestro Señor:
echado fui de la tierra, me quitaron el honor,
con gran trabajo gané esto que poseo yo.
Agradezco a Dios que el rey me haya vuelto a su favor
y que me pida mis hijas para los dos de Carrión.
Minaya, Pedro Bermúdez, decidme vosotros dos
de estas bodas proyectadas cuál sea vuestra opinión".
"A nosotros nos parece lo que os parezca a vos".
Dijo el Cid: "De gran linaje vienen esos de Carrión,
andan siempre con la corte, muy orgullosos que son;
estas bodas, en verdad, no me gustarían, no,
pero si el rey lo aconseja, él que vale más que nos,
bien podemos en secreto discutir esa cuestión,
y que Dios el de los cielos nos inspire lo mejor".
"Además de todo esto, Alfonso, vuestro señor,
dijo que querría veros en donde os plazca a vos:
de veros tiene deseo y tornaros su favor,
luego vos decidiréis lo que convenga mejor".
Contestó entonces el Cid: "Pláceme de corazón".
Entonces dijo Minaya: "El rey Alfonso mandó
que el lugar de la entrevista sea escogido por vos".
"Si así lo ordenara el rey, dijo allí el Campeador,
hasta donde él estuviera iría a buscarle yo
para honrarle cual se debe a nuestro rey y señor.
Pero ya que así lo quiere acéptole yo el honor
y a orillas del río Tajo, ese que es río mayor,
podemos entrevistarnos cuando quiera mi señor".
Ya están escritas las cartas, el Cid muy bien las selló;
con dos caballeros suyos a prisa las envió:
lo que quiera el rey Alfonso eso hará el Campeador.

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