AQUÍ OS DEJO UN RELATO MUY INTERESANTE CREADO POR UNA ALUMNA DE 1º ESO. OJALÁ LO DISFRUTÉIS Y QUE CAROLINA SIGA ESCRIBIENDO DURANTE MUCHO MUCHO TIEMPO...
EL BOSQUE DEL ESTE
Había una vez una chica llamada
Amelia, que vivía con su tío en una casa de campo, muy lejana a la más próxima
ciudad. Su tío Caleb Ross, no le mostraba nunca su afecto, pues era frío,
callado y solitario.
A Amelia, en cambio, le gustaba
mucho salir de aquella casa y explorar el campo. Ella sabía que no estaba bien
alejarse de la casa, ya que últimamente habían sucedido cosas extrañas en el
Bosque del Este.
Pero un día, no pudo aguantar la
curiosidad y se fue hacia en bosque. Se calzó sus botas, sus pantalones de
montaña y una chaquetilla vieja pero cálida.
-Me voy al camino de almendros a
recoger sus frutos. No tardaré, tío.- Mintió. Tenía prohibido ir más allá de
los almendros. Se dirigió al camino, y se quedó allí, fingiendo recoger
almendras; ella sentía los ojos fríos de su tío en la nuca, la vigilaba. Se
adentró más, y más y más, hasta que dejó de sentir la mirada.
Caminó hasta adentrarse en el
bosque, pero no vio nada. Continuó hasta que anduvo un kilómetro, y paró a
descansar bajo la eterna sombra de los altos árboles. Escuchó un leve ruido,
mas no le dio importancia. Pero al cabo de unos segundos, entre los matorrales
apareció un gran oso. Amelia se echó hacia atrás todo lo que pudo, pero no
consiguió alejarlo.
Para su sorpresa, el animal le
preguntó:
-¿Qué hace una humana como tú aquí?-
Hubo un silencio molesto tras la pregunta.
-Tu nombre- Siguió el grandioso
animal. Amelia dudó unos segundos. Pero no fue la respuesta lo que salió de su
boca:
-¿Por qué debería decírtelo? Eres un
animal que habla además de un desconocido. No te lo voy a decir.- Replicó la
chica. Miró a los ojos de la criatura y mantuvo la mirada durante unos
segundos.
-Disculpa- Dijo entonces el oso-, no
me he presentado: soy el hechicero del bosque- unos destellos cubrieron al
animal, e hicieron aparecer a un hombre con una gran capa que era lo que más
destacaba y un largo cabello negro, recogido en una coleta- Alpha Orión. Puedes
llamarme Alpha.
Amelia se quedó sin palabras: ella
pensaba que vivía en un mundo normal y sin magia, pero descubrió que había
vivido en un mundo mágico.
-¿Puedes decirme ahora tu nombre?-
Inquirió Alpha.
- Amelia… Amelia Ross- Contestó
ella.
-¿Puedes ayudarme?- Preguntó de
nuevo Alpha – A mí no me escuchan.
-¿Quiénes?- Se interesó Amelia.
Alpha cogió a la chica del hombro y
le señaló una parte del bosque que estaba desértica porque no había vegetación.
-¿Ves aquello? Hay personas que
están acabando con la vegetación y los animales de este bosque. A mí no me
escuchan y me llaman alimaña.
Justo cuando Amelia iba a dar una
respuesta, escuchó una voz masculina gritar su nombre. Era su tío, que se había
pasado horas buscándola desde que se fue.
-¡Amelia! ¿¡Dónde estás Amelia!?
¡Amelia!- Gritaba desesperado su tío. Cada vez se iba acercando más así que
Alpha le dijo:
-Espero tu respuesta- Y se marchó
entre la oscuridad y los árboles. Amelia se quedó mirando sus pasos hasta que
su tío le preguntó:
-¿Qué estabas haciendo aquí? Este
lugar es peligroso. No hay más que animales extraños. Vámonos.
-No es verdad- Respondió Amelia- No
hacen daño.
-¿Quieres decir que has estado con esos
monstruos?-Preguntó sobresaltado su tío.
-N-no.
-¡¿Y qué has estado haciendo durante
dos horas, Amelia?!
-Recoger almendras…- Respondió la
chica asustada por la reacción de su tío.
-Nos vamos a casa- Terminó Caleb.
Durante el trayecto de vuelta, sólo
se escuchaban las pisadas que cada uno daba. Hubo tanto silencio que Amelia
pudo oír hasta los latidos de su corazón. Estaba muy asustada. No se atrevía
siquiera a despegar la mirada del suelo. Cuando llegaron a casa, Caleb le dijo
a Amelia que entrara a su habitación y que no saliera durante una semana, sólo
podía salir al aseo tres o cuatro veces al día y las comidas se las llevaba su
tío a su cuarto.
Ésa noche no podía dormir: no podía
parar de pensar en lo que dijo Alpha: “Espero tu respuesta”. Aquellas palabras
rebotaban una y otra vez en su cabeza y no podía pararlas. Escuchó unos toques
en la ventana, justo al lado de su cama.
-¡Hola, tesoro!- Dijo un ser alado
cuando la chica abrió la ventana- ¿Tú eres Amelia, no? Alpha nos ha enviado.
¿Has pensado en tu respuesta?
Amelia se quedó boquiabierta al ver
aquellos seres.
-Hadas…- Dijo sobresaltada al ver
aquellos seres.
-Sí, amor, somos hadas y necesitamos
tu respuesta ya. ¿Es un sí o un no?- Inquirió otro hada.
-Ah, mi respuesta; es…-Quedó
dubitativa; su tío no le dejaba salir pero Alpha y las criaturas del bosque la
necesitaban.-sí. Es un sí: ayudaré.
-¡Espléndido!-Dijeron a coro todas
aquellas hadas.-Se lo haremos saber al hechicero Alpha.
-No, yo voy con vosotras. Mi tío me
ha prohibido salir, pero el bosque y sus criaturas me necesitan yo voy a
ayudar.- Declaró Amelia. Cogió su mochila y metió su navaja, una linterna y
comida de reserva. Aun sabiendo que su tío se enojaría, abrió la ventana y bajó
por los ladrillos de la fachada hasta tocar la hierba fría del campo de noche.
Echó a correr sin mirar atrás hacia el Bosque del Este. Las hadas iban con
ella, guiándole hasta Alpha.
-Finalmente viniste.- Dijo Alpha en
su forma humana con una sonrisa sincera- Al menos no llegas tarde.
Amelia se giró y vio, como en medio
de la noche, las máquinas cortaban y desenterraban la vegetación. Se quedó
absorta con lo que los trabajadores de aquella fábrica estaban haciendo.
-Pero, ¿por qué lo hacen?- Quiso
saber Amelia-¿Por qué destrozan vuestro hogar?
-Dinero- Contestó Alpha- Sólo
quieren los minerales que hay bajo este suelo. Cuando se vendan o se hagan
productos con ellos, ganarán mucho dinero. Así que, pensé que como tú eras como
ellos, a ti te harían caso, y harías que se marcharan.
-He venido aquí para ayudar, Alpha y
lo haré.
Sin perder tiempo se acercaron a las
máquinas de excavación. Todos los empleados parecían trabajar muy apresuradamente.
Amelia supuso que el causante de aquellos destrozos estaba cerca, pues había un
pequeño campamento para toda esa gente. Había también una gran tienda de
campaña. Entraron. Amelia no podía creer lo que veía: era su tío. El causante
de todos esos estragos era su tío Caleb.
-¿Tú qué estás haciendo aquí?-
Preguntó bastante molesto Caleb.
-Yo podría preguntarte lo mismo,
¿qué estás haciendo en este campamento? ¿Por qué le haces esto al bosque?-
Replicó Amelia bastante perpleja.
-¿Crees que me importa el bosque?
Cuando acabe con él, yo, tendré dinero suficiente para hacer lo que se me
antoje.- Dijo Caleb acercándose a su sobrina- Pero hay algo que me estorba…
¡TÚ!- Gritó abalanzándose sobre ella: le cogió las manos y sacó una navaja
bastante afilada, y lentamente la fue arrastrando hasta su cuello. Pero no pudo
hacer nada más: Alpha apartó la navaja del cuello de la chica.
-¿Y tú la quieres?- Tras eso adoptó
su forma de oso y agitó las zarpas para dañarle.
Amelia cogió su navaja la afiló con
la otra, y mientras Alpha le sujetaba manos y piernas, Amelia le hizo lo mismo:
paseó la navaja por su cuello.
-¿Cómo puede alguien como tú querer
a alguien como yo? Qué torpe, no me dí cuenta antes. Bueno, qué más da ya…-
Dijo, tocándole con la punta de la
navaja el cuello.
-No puedes matarme. Soy tu tío,
somos familia.- Le propuso Caleb asustado.
-Tú no eres mi tío- Dijo,
atravesándole la navaja por el hombro, y no por el cuello- Te dejaré con vida
si detienes este galimatías, o si no, recuerda que tengo un oso de mi parte.
Caleb no tuvo más remedio que
rendirse y decirle a sus hombres que detuvieran la excavación. No volvió a
salir de su casa de campo, aunque nadie sabe cómo se alimenta o se hidrata si
no sale a comprar. Tal vez sea otro mago, quién sabe…
En cuanto a Amelia y Alpha,
volvieron al centro del Bosque del Este, y Alpha eternamente agradecido a
Amelia, le concedió el don de hacer hechizos como él. Ahora son dos hechiceros,
maestro y aprendiz, que viven plácidamente en el Bosque del Este.
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