miércoles, 28 de mayo de 2025

 PRIMER PREMIO DE RELATO DEL CERTAMEN LITERARIO  DEL IES LEONARDO DA VINCI

VALERIA (1º BACHILLERATO)


El Mensajero Forajido: La historia de Román Herráez

 

Ésta era la séptima aldea por la que había pasado en el mismo día, llevaba varios días sin dormir, huyendo lo más lejos posible de mi tierra, siempre en guardia y con puñal en mano por si a alguien le apetecía ganarse la recompensa que las autoridades habían impuesto por mi cabeza.

 

En medio del silencio de la noche me pareció escuchar el maullido de un gato, miré hacia esa dirección y me di cuenta de que no solo era uno, sino que había más de diez gatos, todos en la puerta de un mismo lugar. No me lo pensé dos veces y me acerqué a jugar con los gatos, que para mi sorpresa eran muy mansos.

 

Las puertas y ventanas de aquel lugar estaban cerradas y las luces estaban apagadas, el maullido de algunos de los gatos llenaba ocasionalmente el completo silencio. Al darme cuenta de lo silenciosas que estaban las calles, bajé la guardia y supuse que no pasaría nada si me echaba a dormir en esa misma puerta, al igual que lo estaban haciendo algunos gatos. Pasados unos minutos sucumbí al cansancio y me acosté en el umbral de la puerta, abrazado a un gato que parecía haberme cogido cariño.

 

A la mañana siguiente una fuerte patada en la espalda me despertó, y honestamente, lo último que esperaba era ver a una vieja monja, la cual era quien me había dado la patada, preocupada y preguntándome si estaba bien. Me quedé mirándola unos momentos antes de responderle, atónito al ver que no me había reconocido, dado que había carteles de: “SE BUSCA ROMÁN HERRÁEZ, VIVO O MUERTO” en todas las aldeas del país, salvo en esta, supongo.

 

En ese instante sentí mi barriga rugir del hambre y supe que esta sería una gran oportunidad para encontrar cobijo y comida sólo por un par de días, para que a nadie le diese tiempo a buscarme allí. Puse cara de indignación y pena mientras miraba a la mujer y respondí:

 

-”Cómo iba a estar bien? ¿Ha visto usted la patada que me ha metido? Y yo que pensaba que era Dios quien me había traído aquí...” A la vieja se le iluminó la cara.

 

-”¿Dios?”- Preguntó.

 

-”Ni más ni menos, me mudé aquí en busca de alguien con quien predicar la palabra del señor, después de la repentina aparición que hizo en mi casa…”- La mujer me miró raro cuando dije que me acababa de mudar aquí, ya que no llevaba una maleta ni ningún tipo de pertenencia en mis manos, a parte del puñal en mi bolsillo, el cual no iba a dejar que la anciana monja viera, pero luego vi que la vieja se sorprendió cuando añadí la mentira sobre una aparición.

 

-”¿Que se le apareció, dice?- Exclamó la mujer.

 

-”Como lo oye, resulta que…”- Ahí es cuando me vino la inspiración divina (nunca mejor dicho), y le conté a aquella señora que Dios se me había aparecido y que me había enviado hasta aquí para verla a ella, a parte de unas cuantas mentiras más. También le dije que Dios no me permitía quedarme en una misma aldea por más de dos días, así tenía una excusa para irme sin ser encontrado.

 

-”Entonces quédese aquí en el convento, al menos por el día de hoy. ¿Cuál es su nombre?”- Me inventé un nombre lo más rápido que pude.

 

-”Juan, Juan Bautista”.

 

-”Encantada de conocerle, señor Bautista, pase, pase”- Le estreché la mano a la mujer y entré en el convento junto a ella.

 

Cuanto más nos adentrábamos en ese sitio, más me percataba de lo grande que era, pero sin duda la parte más grande fue el comedor. En cuanto puse un pie dentro vi a cien monjas (más o menos) que me miraban como si no hubieran visto un hombre en su vida porque, en efecto, algunas no lo habían hecho.

 

Me senté al lado de un puñado de monjas que en ningún momento dejaban de mirarme, alucinadas. Resulta que la vieja monja que me había dado la patada se llamaba Margarita y era una especie de líder del convento, lo sé porque se puso al frente y me presentó ante todas las monjas como una especie de mensajero de Dios, un “macías” o algo así, nunca he sido muy cristiano y no entiendo muy bien esos términos.

 

Al final de mi mesa vi a la única monja que no me miraba perpleja, me llamó mucho la atención y empecé a escuchar las conversaciones que estaba teniendo con otras monjas, y gracias a eso me di cuenta de que la hermosa joven se llamaba Isabel. Hubo un pequeño momento en el que se me quedó mirando y yo le sonreí, le indiqué que me leyera los labios y dije:

 

-”Búscame en la biblioteca”- La chica bajó la cabeza y no dijo nada durante el resto de la comida.

 

En la hora de la siesta la esperé en la biblioteca durante un buen rato, pero no aparecía, más tarde me di cuenta de que de que sí estaba en la biblioteca, leyendo en una esquina, pero no se había molestado en buscarme. Fui hacia ella y traté de hablarle, dado que había quedado prendado de ella. Sin embargo la joven Isabel no se iba a dejar tan fácilmente, solo habló conmigo sobre cosas cotidianas de la vida y se rehusaba a decirme cosas muy personales.

Poco a poco noté que se iba soltando más y la forma que tenía de mirarme abandonó el despecho e indiferencia que cargaba. Se nos pasaron las horas muertas hablando y me di cuenta de que había cogido una confianza con ella que no había tenido con nadie en mucho tiempo, le conté mi historia, mis delitos, e incluso le confesé mi nombre real, sí, así de enamorado estaba.

 

Ella también comenzó a contarme algunas de sus cosas, decía que a veces no le gustaba vivir en el convento, que las otras chicas no la entendían y que siempre se había sentido diferente. Me pillé a mi mismo sintiéndome mal por ella, incluso cuando sé que nunca me he sentido mal por nada ni por nadie, ni siquiera por las personas a las que les he robado y hecho jugarretas a lo largo de toda mi vida.

 

Cayó la noche de nuevo, una noche completamente distinta a las otras, porque esta noche la tenía a ella. En ese mismo instante me di cuenta de que el día de hoy había sido mejor que todos los días de mi vida, y que la adrenalina de saber si ella me amaba o no era mucho mejor que la adrenalina de que no me pillaran robando en puestos de comida. Fue ahí cuando reuní el coraje para decirle lo que llevaba pensando desde la primera vez que oí su voz.

 

-”Creo que me he enamorado de ti”- Le dije, pensando que las consecuencias de esto podrían ser geniales o fatales. Isabel se sonrojó, pero luego una expresión de vergüenza apareció en su rostro.

 

-”Román, puede que esto te resulte incómodo o quieras irte, pero… me atraen las mujeres…”-. Ella me miró a los ojos con una mezcla entre preocupación y un poco de esperanza de que la comprendiera. Aún sabiendo que había sido un abusón hacia ese tipo de personas durante una gran parte de mi vida, me dije a mí mismo que el vínculo que habíamos creado ella y yo en este día era mayor que todo el odio del mundo hacia las personas a las que les atrae su mismo género. Miré a Isabel a los ojos y le dije:

 

-”No te preocupes, lo entiendo”- Forcé una sonrisa que sirvió para que su expresión de culpa y vergüenza se disipara. -”Se me irá el sentimiento, tranquila, no me durará mucho tiempo…”- Aunque esto último probablemente fuera mentira, la bella joven soltó un suspiro de alivio y me abrazó, por primera vez sentí un abrazo dado con amor, aunque no era el tipo de amor que hubiera esperado.

 

Me acosté a dormir esa noche, sintiéndome liberado y sorprendentemente tranquilo, y a la mañana siguiente partí con rumbo indefinido. A veces vuelvo al convento y la veo por la ventana, y aunque el deseo que siento por ella aún no se ha ido, sé que lo hará, al contrario que el amor y admiración que siento por ella como persona, sin necesidad de ningún tipo de contacto sexual.

 

Valeria Gutiérrez Marín 1ºBACH A.

 PRIMER PREMIO DE POESÍA DEL IES LEONARDO DA VINCI

LEONOR (1º BACHILLERATO)


“DESPUÉS DEL HIELO”

 

 

Despierta el cielo con gris amanecer,

 la noche huye sin dejar promesa,

y en esa ventana empapada de hiel, 

resbala el eco frío de tristeza.

 

 

La soledad se siente junto a mí, 

silencio largo, de esos que desgastan,

 y cada sombra parece decir

adioses que en el alma aún aplastan.

 

 

 

El tiempo pasa, lento, sin calor,

 

             y el hielo en mí no encuentra su primavera

me cubre entero un vaho de dolor,

una escarcha que nunca se supera.

 

 

Y sin embargo, siento al fondo el sol, 

tímido, entre las grietas,

            quizás el dolor no es tanto dolor

           si no un lugar desde el que nace el río.

 

 

          Amanecer no siempre es olvidar 

         pues eso me pesa con tus labios

          pero aun en medio de la soledad, 

          algo florece, aunque parezca idiota.

 2º PREMIO DE RELATO DEL IES LEONARDO DA VINCI

DANIELA (2º ESO)


PESADILLA


Miedo. Ese fue el primer sentimiento que sentí al ver ese espantoso orfanato.

La fachada era gris, tenía ventanales y estaba decorado con muchísimas gárgolas. Se notaba desde lejos que aquel edificio era antiguo y un poco (bastante) tenebroso.

Al rato de haber contemplado el orfanato Katmere, una mujer de bastante edad salió a recibirme. Iba vestida con un velo negro y una túnica negra, definitivamente era monja.

-¡Menuda alegría! - dijo aquella monja mientras me daba dos besos como saludo -Me llamo Macy y tú eres Candace, ¿verdad?

-Sí – respondí secamente- Encantada.

-Venga, vamos a pasar. Aquí vas a estar super a gusto, te lo digo yo que llevo aquí desde que era una niña.

La verdad, no sé por qué, pero un escalofrío me recorrió toda la espalda. No sé si fue porque estábamos entrando al orfanato o por miedo a acabar pasando aquí el resto de mis días. ¿De verdad era posible que me quedase allí para siempre?

-Por cierto, siento mucho lo de tus padres- se disculpó Macy mientras me ofrecía una sonrisa bastante sincera.

-No pasa nada, gracias- y le devolví una sonrisa fingida. Es que, ¿cómo podía no fingirla? Llevaba diciendo aquellas cuatro palabras 3 semanas. ¡Pues claro que pasaba!

Yo no tenía que estar allí, yo tenía que estar con mis padres en mi casa. Ellos no tenían que estar muertos por culpa de un camionero borracho que paró de noche en medio de la autovía, ni yo en un orfanato de monjas en medio de la nada.

Al entrar por la puerta del orfanato, quedé asombrada, no tenía nada que ver la decoración de fuera con la de adentro.

El hall estaba decorado con unos arcos preciosos y luminosos. Todo el hall era muy luminoso y grande. También habían varios objetos religiosos como una cruz incrustada en la pared y unos ángeles alrededor del hall.

Un chico pasaba por allí, más o menos de mi edad. Vestía un uniforme de color azul marino y en el lado derecho de la chaqueta había una “K” rodeada por un círculo. Era guapo, bastante guapo pero también misterioso.

-Hudson- llamó Macy a aquel chico, aunque sin ninguna respuesta por parte de él- ¡Hudson!

-¿Qué, qué?- respondió Hudson en un tono borde.

-Mira, ven- Ella es Candace, es nueva en el orfanato y quiero que la ayudes a integrarse.

¿En serio? ¿Un niñero? Creo que era bastante mayorcita como para poder apañármelas sola.

-Soy Hudson, encantado- me estrechó la mano.

-Igualmente- y le devolví el saludo.

-Bueno chicos, yo os dejo solos, que me tengo que ir a hacer cosas. Llévala a la habitación 16- le dijo a Hudson y se fue despidiéndose con la mano.

Y ahí me quedé yo, sola con Hudson, que la verdad parecía un poco borde.

-Ven por aquí, te llevo la maleta- cogió mi maleta y empecé a seguirle- y bueno, ¿por qué estás aquí?

-Mis padres murieron y no tengo mas familia- respondí con soltura, no quería que me diesen el pésame otra vez- ¿Y tú?

-Mi padre me dejó aquí cuando tenía cuatro años, supongo que no supo cuidar de mí cuando mi madre murió- respondió Hudson y sentí que el pecho se me estrujó. También supe que el no quería que le diesen el pésame tampoco- Oye, ¿quedamos en la cafetería para comer? Así después te enseño el instituto.

-¡Claro!- respondí con entusiasmo. ¿Se podría decir que era mi amigo?

-Aquí es, habitación 16. Toma- me dio la llave de la habitación- Nos vemos mas tarde- y así sin más se fue.

La habitación no era muy lujosa, era una habitación para una persona, cosa que agradecí bastante. Había una cama, un armario, una estantería, un escritorio y un baño, lo necesario.

Después de acomodar todas mis cosas, bajé a la cafetería y me senté con Hudson. Estuvimos hablando de todo un poco para conocernos más.

-Bueno, ¿y qué te gusta hacer en tu tiempo libre?- me preguntó Hudson.

-Normalmente leer- le respondí- ¿Hay alguna biblioteca por aquí?

-Sí- me respondió- Ven, vamos.

Nos levantamos y fuimos allí. Cuando llegamos inspeccioné un poco la biblioteca, era una biblioteca como cualquier otra.

-Bueno, yo me voy- me dijo Hudson- tengo entrenamiento.

Se despidió y se marchó.

Yo cogí un libro y me dispuse a leer. Al cabo de unas dos horas, me aburrí de leer y me puse a investigar la biblioteca.

En la recepción había una mujer con dos gatos de peluche y me sonrió. Todo era normal, hasta que vi un libro que sobresalía de una estantería y cuando iba a cogerlo se abrió una puerta. Pensé en no meterme, pero no tenía nada que perder.

Me introduje por aquel pasillo que estaba decorado por muchísimos murciélagos y gárgolas. Era espantoso así que decidí volver, pero cuando intenté salir, la puerta se cerró.

Cegada por el pánico empecé a correr hacía dentro del pasillo buscando una salida hasta que llegué a una cueva sin salida. Y justo cuando pensé que la cosa no podía ir a peor, aparecieron Hudson y Macy con un puñal en la mano.

-Lo siento Candace, es nuestro deber- dijo Macy.

Entonces me cogieron y justo cuando me iban a clavar el puñal, escuché la voz de mi madre y desperté.

¡Todo había sido un sueño! Agradecí despertarme pero luego lo odié, tenía que ir a clase.





 2º PREMIO DE POESÍA DEL CERTAMEN LITERARIO DEL IES LEONARDO DA VINCI

ROSA MARÍA (1º BACHILLERATO)

“SOMBRAS AL AMANECER”

 

Cuando va llegando el amanecer el sol deslumbra sin parar,

Las estrellas empiezan a desaparecer

y la luna deja de brillar.

 

¿Dónde está esa soledad

que para mí cesa sin parar?,

¿y dónde irá esa bondad

en la que no paro de pensar?

 

En tus labios murmuran risas

 y se canta entre las llamas,

 y el sol entre tus mejillas

enciende unas dulces llamas.

 

 

Las diosas del viento susurran tu voz,

 jugando a esconderse entre sueños atroz

Tus pasos se alejan, ya no hay después, quedaron adioses flotando entre mis pies.

 

En un amanecer con un cielo gris y mudo

 camino sin rumbo con el corazón desnudo.

El hielo en mis manos no quiere

Ceder y ahora veo una sombra que ya no es fiel.