lunes, 30 de septiembre de 2024

 Y OTROS DOS POEMAS DE RUBÉN DARÍO

Yo soy aquel que ayer no más decía

el verso azul y la canción profana,

en cuya noche un ruiseñor había

que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;

y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.

Yo supe del dolor desde mi infancia,
mi Juventud… ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía…

Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.


                                                     LO FATAL


Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

                        Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
                        y el temor de haber sido y un futuro terror…
                        Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
                        y sufrir por la vida y por la sombra y por

                        lo que no conocemos y apenas sospechamos,
                        y la carne que tienta con sus frescos racimos,
                        y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

                        ¡y no saber a dónde vamos,
                        ni de dónde venimos!…

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