martes, 5 de noviembre de 2013

EL CANTAR DE MÍO CID-TIRADAS 150-152



EL CANTAR DE MÍO CID


Este fragmento del poema consta desde la "Tirada 150" hasta la "Tirada 152". Las "tiradas" eran fragmentos en los que los juglares dividían el poema para su posterior relato al público. En estas tiradas se relata desde después de que los Infantes de Carrión violan y maltratan a las hijas del Cid y posterior venganza por parte de este y de sus vasallos hacía los Infantes y el padre de estos, el cuál se entromete. Los vasallos del Cid quisieron luchar por el honor de su señor y terminan ganando a los Infantes de Carrión y al padre de estos. El Cid vuelve a casar a sus hijas, esta vez con hombres de mejor provecho, los Infantes de Navarra y Aragón. Con esta boda el Cid recobra todo su honor que le había sido "arrebatado" por los Infantes de Carrión, y así, concluye el mítico cantar de gesta.


Tirada 150

El rey admira a Babieca, pero no lo acepta en don.
Últimos encargos del Cid a sus tres lidiadores
Tórnase el Cid a Valencia
El rey en Carrión
Llega el plazo de la lid
Los de Carrión pretenden excluir de la lid a Colada y Tizón
Los del Cid piden al rey amparo y salen al campo de la lid
El rey designa fieles del campo y amonesta a los de Carrión
Los fieles preparan la lid
Primera acometida
Pedro Bermúdez vence a Fernando

El Cid entonces espoleó el caballo y le hizo correr tan de firme que todos se maravillaron de aquella carrera.

Don Alfonso alza la mano, la cara se santiguó:
"Por San Isidro lo juro, San Isidro el de León,
que en las tierras de Castilla no hay otro tan buen varón".
Mío Cid en el caballo adelante se llegó,
ha ido a besarle la mano a su buen rey y señor:
"Me mandaste cabalgar Babieca, el buen corredor,
caballo así no le tienen moros ni cristianos, no.
En regalo os le ofrezco, mandad cogerle, señor".
Dijo entonces don Alfonso: "Eso no lo quiero yo,
que si tomo ese caballo no tendrá tan buen señor:
un caballo como éste cumple a un varón como vos,
para derrotar a moros y hacer la persecución.
Al que quitárosle quiera, no le valga el Creador,
por vos y por el caballo, honrado me tengo yo".
Entonces se despidieron y la corte se marchó.
A los que van a luchar el Cid les amonestó.
"Martín Antolínez, Pedro Bermúdez vosotros dos
oíd, tú, Muño Gustioz, mi buen vasallo de pro:
estad firmes en la lucha, como cumple a buen varón,
que buenas noticias vuestras en Valencia tenga yo".
Dijo Martín Antolínez: "¿Por qué lo decís, señor?
Todo queda a nuestro cargo, cumpliremos la misión:
quizá os hablen de muertos, pero de vencidos no"
Mucha alegría le da al que en buenhora nació.
De los que eran sus amigos de todos se despidió.
Para Valencia va el Cid, el rey va para Carrión.
Aquel plazo de las tres semanas ya se cumplió.
A su tiempo se presentan los tres del Campeador,
van a cumplir el encargo que les diera su señor,
los ampara don Alfonso, rey de Castilla y León.
Dos días esperan a los infantes de Carrión;
llegan bien provistos de armas y caballos; con los dos
vienen todos sus parientes y entre todos se acordó
que intenten llevar aparte a los del Campeador
y matarlos en el campo deshonrando a su señor.
Muy mal propósito era, y ninguno lo emprendió
por el miedo que les daba don Alfonso, el de León.
Los del Cid velan las armas y rezan al Creador;
ya se ha pasado la noche y apunta el primer albor;
de ricos hombres allí un buen golpe se juntó,
que quieren ver esta lucha en las vegas de Carrión.
Y el más alto de entre todos, don Alfonso, el de León,
que defenderá el derecho, pero la injusticia no.
Ya se vestían las armas los del buen Campeador,
dispuestos están los tres, que son de un mismo señor.
En otro lugar se armaban los infantes de Carrión,
su pariente Garci Ordóñez muchos consejos les dio.
Tras mucho hablar entre sí, al rey pidieron los dos
que Colada y que Tizona no entren en lucha, y que no
púdiesen lidiar con ellas los del Cid Campeador;
se arrepentían de haberlas devuelto los de Carrión.
Así lo piden al rey; pero no se lo aprobó:
"Allí en la corte ninguna espada se exceptuó.
Bien os servirán las vuestras, si buenas espadas son,
igual servirán las suyas a los del Campeador.
Salid al campo de lucha, infantes de Carrión,
menester es que luchéis como lucha un buen varón,
que no ha de quedar la cosa por los del Campeador.
Si saliereis bien del campo ganaréis un gran honor,
pero si fuereis vencidos no me culpéis a mí, no,
porque todo el mundo sabe que esto buscasteis vos".
Ya se iban arrepintiendo los infantes de su acción,
por deshacerlo darían todo lo que hay en Carrión.
Armados estaba ya los tres del Campeador,
entonces el rey Alfonso a verlos bien se acercó;
oiréis lo que dicen a don Alfonso, el de León:
"Os pedimos al besaros la mano, rey y señor,
que entre nosotros y ellos el fiel juez lo seáis vos,
valednos si es en derecho, pero si es injusto, no.
Aquí tienen su partido los infantes de Carrión,
quien sabe si habrán pensado alguna maquinación.
En vuestras manos, oh rey, nos puso nuestro señor,
defendednos en justicia por amor del Creador".
Dijo el rey: "Así lo haré con alma y con corazón".
Trae los caballos, muy buenos y corredores que son,
las sillas las santiguar, por que los ayude Dios,
al cuello llevan escudos con dorada guarnición
en el centro; empuñan lanzas de buen hierro tajador,
las tres lanzas que sacaron todas llevan su pendón.
Muchos buenos caballeros andan allí alrededor.
Salen al campo que con mojones se señaló.
Estaban ya convenidos los tres del Campeador,
cada cual a un enemigo para atacarle escogió.
Estaban al otro lado los infantes de Carrión;
iban bien acompañados, que mucha familia son.
Nombra el rey jueces que digan lo que es justo y lo que no,
con los que luchan les manda que no tengan discusión.
Cuando estaban en el campo, el rey don Alfonso habló:
"Oíd lo que voy a deciros, infantes de Carrión:
debió esta lucha en Toledo ser, mas no quisisteis vos,
por eso a estos caballeros de Mío Cid Campeador
bajo mi guarda los traje a estas tierras de Carrión.
Luchad conforme a derecho, no queráis la sinrazón,
que si alguien quiere injusticia, para vedarlo estoy yo,
y no le iría muy bien en Castilla ni en León".
¡Que pesarosos estaban los infantes de Carrión!
Con los dos jueces el rey los mojones señaló
que cierran el campo; todos se apartan alrededor.
Bien explicado les queda a todos los seis que son
que está vencido quien salga del campo que se marcó.
La gente despeja el campo, hacia atrás se retiró,
a seis lanzas de distancia de la raya se quedó.
Ya les sortean el campo, ya les partían el sol,
salen los jueces, los bandos frente a frente están los dos.
Arremeten los del Cid contra los tres de Carrión,
arremeten los infantes a los del Campeador.
Cada uno al adversario que le tocaba atendió.
Embrazaban los escudos delante del corazón,
bajan las lanzas, envuelta cada cual en su pendón,
las caras las inclinaron por encima del arpón,
a los caballos los pican con la espuela, y pareció
que todo el suelo temblaba cuando el ataque empezó.
Cada cual en su adversario tiene puesta la atención.
Se juntan los tres del Cid con esos tres de Carrión,
ya los tenían por muertos los que están alrededor.
Ese buen Pedro Bermúdez, el que primero retó
con aquel Fernán González cara a cara se juntó,
los escudos se golpean ambos sin ningún pavor.
El de Carrión a don Pedro su escudo le traspasó,
pero le ha dado en vacío, la carne no le alcanzó,
y por dos sitios el asta de su lanza se quebró.
El golpe aguanta don Pedro, ni siquiera se inclinó,
él ha recibido el golpe, mas con otro contestó.
Por la guarnición del centro el escudo le horadó,
todo lo pasa la lanza, que nada se resistió.
En el pecho se le clava, muy cerca del corazón;
la loriga en tres dobleces lleva puesta el de Carrión,
se rompen los dos primeros, el último resistió,
pero tan fuerte fue el golpe que dio el del Campeador,
que con túnica y camisa la loriga se le entró
en la carne; por la boca mucha sangre le salió.
Se le rompieron las cinchas, ninguna le aprovechó,
y el caballo, por la cola, en tierra le derribó.
Por muerto le da la gente que estaba allí alrededor;
clavada tiene en el cuerpo la lanza; don Pedro echó
mano a la espada, y el otro, que a Tizona conoció,
no espera el golpe y confiesa: "Por vencido me doy yo".
Se lo otorgaron los jueces y don Pedro le dejó.

Tirada 151

Martín Antolínez vence a Diego

Martín y Diego González se acometen con las lanzas,
tan fuertes fueron los golpes que se les quebraron ambas.
El buen Martín Antolínez echa mano de la espada,
todo el campo relumbró, era tan limpia y tan clara.
A su enemigo dio un golpe que de través bien le alcanza,
el casco que lleva encima a un lado le derribaba
y las correas del yelmo del golpe quedan cortadas;
el acero hasta la cofia y la capucha llegaba,
y todo, capucha y cofia, con la espada se lo arranca,
el pelo le va rozando, hasta la carne se entraba,
trozos del yelmo y la cofia por aquel campo rodaban.
Cuando descarga este tajo la tan preciosa Colada
comprende Diego González que con vida no se escapa,
tira riendas al caballo para que vuelva la cara,
la espada lleva en la mano, mas no se atreve a emplearla.
El buen don Martín entonces le arremete con la espada,
un golpe le dio de plano, que de filo no le alcanza.
Allí oyerais al infante las grandes voces que daba:
"Váleme, Señor glorioso, líbrame ya de esta espada".
El caballo refrenó, por escapar de Colada,
fuera del campo le lleva, don Martín dentro quedaba.
"Don Martín, venid acá, el rey Alfonso gritaba,
por todo lo que habéis hecho la lid está bien ganada".
Y aquello que dice el rey los jueces lo confirmaban.

Tirada 152

Muño Gustioz vence a Asur González
El padre de los infantes declara vencida la lid
Los del Cid vuelven cautelosamente a Valencia
Alegría del Cid
Segundos matrimonios de sus hijas
El juglar acaba su poema

Quiero contaros ahora algo de Muño Gustioz,
y con ese Asur González cómo se las arregló.
Muy grandes golpes se dieron en los escudos los dos.
Asur González, que era muy forzudo y de valor,
el escudo le traspasa al buen don Muño Gustioz;
tras de pasarle el escudo la armadura le quebró,
mas no le coge la carne, la lanza en vacío dio.
Cuando este golpe recibe, otro da Muño Gustioz,
por la guarnición del centro el escudo le partió,
no se pudo resguardar, la armadura le rompió,
le hiere a un lado del cuerpo, que no junto al corazón,
por la carne se le ha entrado la lanza con el pendón,
al otro lado del cuerpo más de un palmo le asomó,
un tirón le dio a la lanza, de la silla le movió
y al ir a sacar la lanza en tierra le derribó:
rojos han salido el asta y la punta y el pendón.
Que estaba herido de muerte todo el mundo se creyó:
Muño recobra la lanza y a rematarla marchó,
pero el padre del infante grita: "No le hiráis, por Dios,
vencido ha sido en el campo, esta lucha se acabó".
Los jueces dicen: "Así lo hemos oído los dos".
Que despejaran el campo el rey Alfonso mandó,
las armas que allí quedaron él para si las tomó.
Se van como muy honrados los tres del Campeador,
que ya han ganado esta lucha, por gracia del Creador.
Muy grandes son los pesares por las tierras de Carrión.
A los del Cid que de noche salgan el rey les mandó
para que no les asalten ni tengan ningún temor.
De día y noche marchaban, que muy diligentes son,
ya los tenéis en Valencia con el Cid Campeador:
por malos dejaron a los infantes de Carrión,
bien cumplieron el mandato que les diera su señor.
¡Cuánto se alegra de aquello Mío Cid Campeador!
Envilecidos se quedan los infantes de Carrión.
Quien a damas escarnece y así abandona a traición,
que otro tanto le acontezca o alguna cosa peor.
Pero dejemos ya a esos infantes de Carrión,
muy pesarosos están de sus castigos los dos.
Hablemos ahora de este que en tan buenhora nació.
¡Qué grandes eran los gozos en Valencia la mayor,
por honrados que quedaron los tres del Campeador!
La barba se acariciaba don Rodrigo, su señor:
"Gracias al rey de los cielos mis hijas vengadas son,
ya están limpias de la afrenta esas tierras de Carrión.
Casaré, pese a quien pese, ya sin vergüenza a las dos".
Ya comenzaron los tratos con Navarra y Aragón,
y todos tuvieron junta con Alfonso, el de León.
Sus casamientos hicieron doña Elvira y doña Sol,
los primeros fueron grandes pero éstos son aún mejor,
y a mayor honra se casan que con esos de Carrión.
Ved cómo crece en honores el que en buenhora nació,
que son sus hijas señoras de Navarra y Aragón.
Esos dos reyes de España ya parientes suyos son,
y a todos les toca honra por el Cid Campeador.
Pasó de este mundo el Cid, el que a Valencia ganó:
en días de Pascua ha muerto, Cristo le dé su perdón.
También perdone a nosotros, al justo y al pecador.
Éstas fueron las hazañas de Mío Cid Campeador:
en llegando a este lugar se ha acabado esta canción.




Carlos Montoya Fernández      1ºBACH CTC

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